jueves, 9 de julio de 2009

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Otro rostro. Más máscaras. Máscaras para costumbres y rituales. Máscaras que se usan sobre máscaras. Una sobre otra terminan por fundirse, como la primera máscara que se ha fusionado al rostro, hasta formar un sólo escudo impenetrable. Nada lo atraviesa, nada sale de él. Una pared entre el que usa la máscara y los demás. Aún más infranqueable es todo si dos máscaras, ya no personas, tratan de acercarse y sus máscaras chocan sin hacerse daño, porque las máscaras causan daño pero no lo sufren. Tal vez se resquebrajan un poco pero no es nada importante, casi inmediatamente la máscara apropiada entra en acción y una sonrisa tiene entonces dos o más intenciones, dos y más sentidos. Es probable entonces que nunca podamos vernos la cara, ni siquiera ante un espejo, ni siquiera frente a alguien a quien queremos de verdad y nuestra única conexión con el mundo, con la vida que nos queda, sea ese peso en los hombros, ese caminar jorobado, que causa una máscara que casi toca el suelo.

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