miércoles, 17 de octubre de 2012

Vigésimo noveno día

Miércoles. Domingo. Miércoles. La antigua rutina. Escribir cada tanto, cada que la semana termina, cada que se parte. Retomar la costumbre  Parece como montar una bicicleta, como caminar. Jamas se olvida, pero inevitablemente después de tanto tiempo algo se pierde. El Caleño escribe, quiere escribir de nuevo. Tiene por quien escribir de nuevo. Una vocal, la primera, la A. Escribir para ella.

domingo, 14 de octubre de 2012

Vigésimo octavo día

Domingo 14 de octubre. Mañana trabaja, El Caleño. Han pasado dos meses y tres días desde que está con A. Está feliz, El Caleño. Siente que las cosas encajan por primera vez en mucho tiempo. A vive en Bogotá, están lejos. El Caleño la quiere mucho y cada vez que puede viaja hasta allá. La ve y siente perderse en el brillo de esos ojitos verdes, en el sabor de su boquita de caramelo. Pasan el mayor tiempo que pueden juntos, recorren la ciudad, juntos. El Caleño toma su mano y siente su tibieza. Se siente bien, no hay ningún otro lugar donde quiera estar, así se hayan empapado con un aguacero repentino luego de ver una película en el centro. El calor de su mano es lo único que necesita.