Siempre me ha gustado escribir aquí. Sé que en ocasiones estos post no han sido más que lamentaciones desafortunadas pero a veces es bueno eso de leerse después, seguir ese rastro de miga para encontrase con ese que era uno hace algún tiempo. Últimamente he tendido poco tiempo. Debo entregar unas crónicas y aunque el deadline está aún lejano, todavía hay mucho por hacer y necesito que empiece a llover. Espero una llamada para saber si debo o no viajar esta semana a Bogotá. Repito, hay mucho por hacer, la lista de tareas es grande y, como dijo alguien más inteligente y viejo que yo, hay que cansarse para descansar, y justo ahora no hay tiempo para buscar una silla. El viernes es Halloween y siempre me ha desagradado el falso aire de misterio que le impregnan a la fecha. Cuando se hablaba de Sanhaim creo que todo era mejor. Mientras busco, y encuentro, tiempo para escribir largo y tendido en este blog, mientras SO diseña el nuevo cabezote, les dejo a mi muy nueva y querida prima Emily vistiendo su primer disfraz. Miren bien, en su rostro casi se puede sentir su alegría, ¿o no?
martes, 27 de octubre de 2009
domingo, 18 de octubre de 2009
Ya no envían hombres a la luna
Desde lejos ambos se veían recortados contra el paisaje, figuras de un teatro de sombras. Ocasionalmente, y con cada calada, brillaba en la noche un cigarrillo y era como una luciérnaga en el aire. Las luces de la ciudad refulgían abajo en el valle al que en estos momentos daban la espalda, negándolas. “Las únicas luces que me importan ahora son las de tus ojos” había dicho ella al llegar y él no entendió mucho pero igual le había pasado las manos por el pelo, halándola un poco, sonriendo. De nuevo habló ella, le dijo. Es como una estrella, tu cigarrillo. Una estrella caprichosa que se apaga y se enciende y si lo lanzas va a ser como una estrella fugaz. Lánzalo y pidamos un deseo. Te voy a querer por siempre, dijo él mirándola. Yo, en cambio, sólo te puedo prometer que te voy a querer hasta que se extinga esa brasa. Pues entonces no lo voy a apagar nunca dijo él, al tiempo que sacaba de la cajetilla un cigarrillo y lo encendía con la colilla. Ya no te quedan muchos cigarrillos, ¿cuanto más crees que vas a retrasar esto? Nada es para siempre, no debiste decir que me ibas a querer por tanto tiempo. Ese cigarrillo que sostienes ahora y esa brasa que brilla allí es lo único que necesito, es ese instante el que se va a quedar gravado y este instante es todo lo que somos, todo lo que jamás vamos a tener, todo lo que nos queremos y nos quisimos y nos vamos a querer, pero cuando se apague las cosas van a ser diferentes y yo me voy a ver demasiado estúpida hablándote cuando sostienes una colilla apagada y humeante en tu mano. Mientras la escuchaba en silencio, el hombre sostenía en su mano un Lucky Strike que se iba extinguiendo de a poco, procuraba además no sacudir muy fuerte la ceniza, evitando un movimiento brusco que acabara con todo, y la mujer continuaba hablando, diciéndole todo lo que nadie quiere escuchar en una noche llena de estrellas. Encendió otro cigarrillo y esta vez fue él quien habló. Nos vemos como cualquier otra pareja que discute tonterías en la noche, dijo él. Se llevó el cigarrillo a la boca y aspiró fuerte una última bocanada, después cerró los ojos y pidió un deseo. En el aire la colilla parecía esa estrella fugaz recortada contra la noche clara, recorriendo el cielo, perdiéndose de la vista en dirección a su ciudad, repentinamente a oscuras. La miró entonces, le dijo. Ahora que ya no me quieres, que no me volverás a querer, te puedo preguntar algo. ¿Crees, de verdad crees, que va a cambiar algo, que te voy a dejar de querer y que ahora no vas a ser más que un recuerdo tibio en mis brazos? A vos no te tiene que importar que yo te siga queriendo. Te quiero y no importa. Es probable que no nos volvamos vamos a ver y vas a ser siempre para mí ese lunar en la mejilla, este cielo lleno de estrellas, una canción susurrada al oído. Van a haber otras, así como llegaste vos y, si las quiero de verdad, tampoco las voy a olvidar nunca. Te quiero y ese amor, ese único amor, es mío.
En el último año su país había estado atravesando por una prolongada sequía. Los ríos eran lechos de piedra y los racionamientos de energía eléctrica se habían popularizado entre la dirigencia política como un efectivo mecanismo de control. A veces, cuando cortaban el fluido eléctrico a la mitad de la noche, la gente de su ciudad salía a las calles y miraba hacia arriba, hacia ese cielo sin nubes, y contaba estrellas. Ese día, mientras los más pequeños miraban al cielo y a la luna imaginando películas de Méliès sin haberlas visto nunca, los cerros comenzaron a incendiarse. Iniciado como una pequeña llamarada en la cima, el fuego rápidamente se había extendido a los cerros contiguos consumiéndolo todo, iluminando la noche y alzando sus llamas al cielo como brazos suplicantes, extinguiéndose de a poco. A la mañana siguiente había caído sobre la ciudad la primera lluvia en mucho tiempo, gotas que se mezclaban con la ceniza negra que ahora flotaba en el aire. Lluvia negra cayendo sobre la ciudad y sus gentes. Tiñéndolo todo, todavía.
(Aquí, en su primera versión escrita torpemente y con prisas, hay algo que hablé con ella. Algo que siempre he pensado, algo que siempre va a estar. Aún esperando la lluvia que regrese todo a la normalidad.)
lunes, 12 de octubre de 2009
Camino
Aún hay miles de cosas por hacer.
jueves, 8 de octubre de 2009
Sin titulo, anónimo
Si Piedad Córdoba se gana el Nóbel ya nada, nada, volverá a estar bien.
Cada vez son menos los que miran hacia el cielo o leen novelas de mil páginas, ni una más ni una menos.
Para disfrazarse mejor desnudarse.
PD: Ojalá les vaya bien a todas esas personas que esperan un si, un claro que si, después de las cinco de la tarde. Ojalá sean ellos y no los mismos de siempre. Ojalá sean ellos para que el “cine colombiano”, esa incongruencia, deje de dar pena y encuentre sentido. Ojalá sea ellos, y no sólo porque se lo merezcan, sino por que han hecho un buen trabajo.
martes, 6 de octubre de 2009
Un paseo
Hoy llevé a Ursula al veterinario. Como cumplió tres meses debían aplicarle la vacuna antirrábica. El consultorio de la veterinaria está bastante lejos de mi casa, así que metí a Ursula en su jaula y la cargué todo el camino. Nunca la había visto tan asustada. Encerrada en su jaula lloró hasta que llegamos, pero no había vacuna porque la dichosa veterinaria había cerrado ya que estaba en misa… (sin comentarios). Cuando regresamos a casa Ursula estaba muy triste y durmió por más de tres horas. Ahora está a mi lado mordiéndome. Creo que está mejor.
Otra cosa. Me parece que tengo dos gatos más. Hace unos días llegó una gata muy parecida a Ursula. Todos los días le doy comida y agua pero creo que lo que realmente busca es afecto. Prefiere a veces una caricia que comer y mi hermano le dice Pepa. El otro gato es muy grande y gordo y es negro con manchas blancas. Se acuesta junto a Pepa y juegan en la noche, también se le come el alimento. Mi hermano a él le dice Antonio. Si Ursula fuese un poco más sociable podríamos adoptar a Pepa, pero mi gata es bastante antisocial y en eso nos parecemos. A pesar de ser muy cariñosa prefiere estar sola. Como todos.
Ahora un rápido cambio de frente. Tengo muchas ganas de verme tres películas que se estrenarán pronto. Una de ellas es Julie and Julia, con las misma monjas que The Doubt; otra es Where the wild things are, una historia para niños grandes y también quiero verme la segunda parte de Rec, por estupido que esto parezca. Hay otra película que deseo ver pero que no he encontrado, se llama Wendy and Lucy y cuenta la historia de una mujer que decide hacer un road trip junto a su perra por todos los Estados Unidos hasta Alaska, durante su viaje le pasan muchas cosas y, supongo, crece como persona y se encuentra a sí misma. Si todo sale bien las veré en su días de estreno, para Wendy and Lucy tendré que volver al centro donde mi dealer de confianza. Estaré esperando de nuevo.
domingo, 4 de octubre de 2009
Eredivise
Siempre he dicho que en uno de los pocos lugares donde se puede ser auténticamente feliz, además de una colina o junto a ella, es una cancha de fútbol. Un rectángulo perfecto de césped sin medidas reglamentarias y dos piedras delimitando la línea de gol o un campo casi sagrado como Wembley y una multitud gritando tu nombre. No importa, la esencia es la misma, tratar de dominar un balón en Copacabana o empujar un pelota naranja entre la nieve en Rusia debería inundar el cuerpo con el mismo shock químico que una dosis de heroína. Pero todo se pervierte y el fútbol ahora es un negocio más, con poca mística y muchas campañas publicitarias, con jugadores inflados por los medios y giras asiáticas al concluir la temporada. Si yo hubiese podido ser futbolista profesional, nada me habría gustado más que jugar en una liga pequeña y en una ciudad pequeña, jugar en algún país del escandinavo o incluso en Holanda o Bélgica por encima de las ligas como la inglesa, española, italiana o alemana. Hacer un contrato largo por no muchos euros y jugar en noviembre en una cancha casi congelada, ver el atardecer temprano, casi a las cuatro de la tarde, cerrar los ojos y todo es muy parecido a los juegos torpes de la infancia, el mismo dolor salado en los ojos, los mismos pelones en las rodillas, el mismo centro bombeado al área y sólo rozar la pelota con la cabeza, como una exhalación.
viernes, 2 de octubre de 2009
Friday night fever
Como es viernes y hace calor y el viento casi no sopla he decidido quedarme en mi casa. Podría parecer una ñoñés o un impulso de la edad adulta pero así todo es más práctico y respeto la autoimpuesta decisión de salir a beber sólo una (1) vez por semana. No es que sea muy difícil, y en la radio escucho que Mercedes Sosa está a punto de morir, pero me quedan un par de cigarrillos y tengo café enfriándose en la nevera. Podría pasar un buen rato viendo videos en youtube y madrugar mañana a ver algunos partidos de la premier. En la tarde habrá fútbol en la unidad de JU y mis limitadas capacidades con el balón se ven compensadas con un entusiasmo casi infantil. Para la noche LN y LH han preparado una suerte de reencuentro con la gente de la U en un bar del barrio Alameda. Va a ser bueno encontrarse con tantos rostros que antes eran paisajes recurrentes y ahora son solo recuerdos ocasionales e invitaciones nocturnas. Espero que sea una noche larga y con muchas risas. Enciendo el primer cigarrillo, sirvo el primer vaso después Gardel mira desde un barco las luces de su ciudad querida.