lunes, 28 de enero de 2008

A un mes de empezar a vivir

En un mes es el concierto de Iron Maiden en Colombia. En un mes, en 30 días, 720 horas más o menos Bruce Dickinson y Steve Harris saldrán al parque Simón Bolívar de Bogotá y le darán al país, al menos, la hora y media más esperada por todos cuantos hemos escuchado a Maiden alguna vez en nuestras vidas. Hoy, como ya lo dije, exactamente a un mes del esperadísimo concierto cambié por fin mi boleta. Ahora las cosas son más reales, más palpables y no están envueltas en ese velo onírico que las cubría desde hace más de un año cuando el rumor no era más que eso, cuando creíamos que el gordo de la radio desvariaba.

No es que sea un fanático pero ya lo expliqué antes, justo cuando compré la boleta. Este es el evento que nos definirá como generación, no importa Björk ni Soda Stereo ni una hipotética visita de Smashing Pumpkins o de los Rolling Stones. Es la visita de Iron Maiden la que marcará en el calendario el día más feliz de nuestras vidas, una especie de Woodstock de una sola banda donde todos los recuerdos confluirán en un único sonido. A veces se me hace difícil creer todo eso, que voy a tenerlos al frente así otras 50.000 personas estén delante mío, que voy a cantar Hallowed Be Thy Name y en la parte del solo, cuando Dickinson alce sus manos al cielo, voy a quedar afónico y feliz. Wow, 719 horas y le cuenta regresiva sigue avanzando.

A manera de temario: En los últimos días descuidé un poco el blog. El trabajo me absorbió en buena parte y escribir para ellos era el imperativo. No me podía dar el lujo de pensar en otra cosa que no fueran las noticias del próximo día y en fin… El hecho es que está semana voy a tener algún tiempo libre y ya tengo algunos temas para el blog antes de que se acabe el mes.
1. Escribir sobre la marcha de rechazo a las Farc del 4 de febrero.
2. Escribir sobre el partido Italia contra Alemania del mundial de México 70.
3. Escribir sobre lo que sucedió la semana pasada, de como se me acabó de enredar la cabeza.
P.D: Feliz cumpleaños hermanita!!! (Cumplió ayer) y Feliz cumpleaños hermanito!!! (Cumple mañana)

sábado, 19 de enero de 2008

Amor Amarillo – Gustavo Cerati

El amor está en el aire, así lo resista. Está flotando, como pequeños cristales que se tiñen de color. Casi siempre susurran un nombre de pocas letras, el resto del tiempo sólo están allí, siendo… amarillos. Que tan enamorado se debe estar para gritar 10 veces, once en la primera edición argentina, te amo y preguntarse si tal vez no te has quedado corto con esa declaración de amor a colores que dura 48 minutos, 54.4 con Torteval. Cerati lo hizo, o al menos lo intentó, con esa plegaria cromática que es el Amor Amarillo de 1993.
Amor Amarillo es un disco especial, no sólo porque se trata del primer disco, en serio, como solista de Cerati ni porque en él intenta marcar una distancia con Soda Stereo con quienes acababa de engendrar el Dynamo. Es especial porque trata de ese estado donde las cosas se ven a colores, donde todo es más lindo. La imagen más grande que se tiene de este álbum es ver a Cerati abrazado a una gigantesca panza, cantándole al ombligo de la mujer más bella que se pueda imaginar, soñando como será todo cuando ese niño que está allí sea parte de su mundo. El video de Te llevo para que me lleves como el preciso antecedente de lo que después veríamos con Zoom y ese canto al beso, al amor.


Cuerpos de luz
corriendo en pleno cielo
cristales de amor amarillo

no dejaré que seas fría
yo podría calentarte
para abandonarme y renacer

explosiones en tus ojos
agujeros en la tierra
y un verde profundo en el mar

hay algo en el aire
un detalle infinito
y quiero que dure para siempre



En ocasiones, cuando hablo de este disco me gusta imaginar, sin conocer exactamente la verdad, sobre el porqué de su concepción. Suelo decir que son diez maneras de conocer a una mujer, diez formas precisas para expresar todo lo que se siente en lo mas hondo, diez permutaciones de la palabra amor y una más si le sumamos Torteval, canción incluida únicamente en la primera edición argentina. Decir entonces, imaginar, que Gustavo Cerati le cantó Rombos a Cecilia Amenábar mientras le respiraba muy cerca al oído o enredaba los dedos en su pelo susurrándole Lisa. Encontrar a esa musa, ese otro que tal vez te dure para siempre y cantarle suave, entrecortado, apenas diciendo Ey ey ey a merced, mi amor es real, me vuelvo a quedar a merced.
Por todos es conocido que Cerati se separó de Cecilia hace años, que ese amor que se antojaba de toda la vida no lo fue, según los científicos el amor eterno dura unos tres años, que el argentino dejó de tocar algunas canciones de este álbum, que a pesar de todo el Amor Amarillo marcó un hito y que muchas personas aún se identifican con sus canciones, como si les hablaran directamente a ellos.
Tengo que decir que el año pasado, para mí, la canción de lejos más sonada y más sentida fue A merced. La escuché casi todos los días como si de eso dependieran muchas cosas. La escuchaba especialmente en la noche dejándome llevar por la melodía y la escuche mientras pensaba en darme una oportunidad con esa niña que se llama como esa otra canción de Cerati. Estuvo allí, también, mientras algo empezaba en mi, mientras comenzaba a extrañar una voz suave que suena un poco a la de Cecilia Amenábar al final de A merced. Una voz que te suena a canción de cuna, un arrullo suave, mientras Cerati termina de cantar y puntea lentamente su guitarra, dejando que las cosas sean mientras se acaba el álbum y comienzan ellos juntos.



Ey ey ey a merced
te escucho soñar
me vuelvo a quedar a merced

Casi quiero que te despiertes
y es porque
podrías sonreir de verme flotar...

Ey ey ey a merced
mi amor es real
me vuelvo a quedar a merced.




miércoles, 16 de enero de 2008

La Kahlo

Tomado del ternuraporno.net, uno de mis blogs favoritos. Aquí les presento a la responsable de tanta maravilla.

jueves, 10 de enero de 2008

C'est la vie!!!


Una pausa en el trabajo, el desparche y más tarde escribir. Siempre hay tiempo hasta que se acaba, igual no hay prisas. Sol lucet omnibus (el sol brilla para todos)

martes, 1 de enero de 2008

Capitulo único (Palos de ciego)

Un regalo de inicio de año, de cuando era aún más torpe a la hora de escribir pero siempre con buenas intenciones. Los que lo lean desde ahora me disculpo y digo que las buenas intenciones suelen ser las peores.
CAPITULO ÚNICO *

156


¿Encontraría a la maga? Horacio medio perdido en el tiempo, Buenos Aires, Montevideo, La Plata y el río, la transilvania de Ossip, París y sus calles que transpiran y vomitan amor. Ahora Buenos Aires y sus heladas mañanas que dan calor. Buenos Aires y la clínica de Ferraguto. Ferraguto y su cuarto con vista. Vista a la rayuela del patio donde la maga-Talita salta tratando de alcanzar su cielo. Horacio perdido en su vista al horizonte, l’alba. Y París, la lejana y esquiva París y la zona de terrenos baldíos que hay más allá de Boulevard Jourdan donde se reunían a veces los del club de la serpiente. Y la rue de Seine y la rue Danton y la rue Dauphine y la rue Monge, y sus moteles donde conocía a la maga, donde le exigía servilismos adolescentes y caricias autómatas. Horacio se dejaba llevar por la brisa que a esa hora calaba hasta los huesos, perdiéndose en la arritmia con la que cebaba un mate y dibujando imágenes cercanas de un París distante. La maga y Ossip sentados a la luz de la vela una fría noche en el cuarto de Ronald. Horacio consolando a Babs y mirando a su maga, a su maga preadánica, la maga ausente. La maga confiando en Ossip y reflejando en sus pupilas la luz de las velas y Ossip hablándole de sus tres madres y la maga contándole que se llama Lucía y que fue violada por un negro. Horacio se acercó un poco más a la ventana. Aún en su habitación había restos de piolines y palanganas sobrevivientes de su encuentro con Traveler. Manú-Talita, Horacio-Maga. Eran iguales pero diferentes. Traveler-Horacio, Talita-Maga. Horacio era Manú y Talita era de los dos. Traveler y Horacio en el cuarto con vista. Talita abajo como previniendo una desgracia. Talita-Maga pisando la rayuela al lado de su cielo, mirando la ventana desde donde ahora Horacio cebaba su mate y contemplaba el cielo. Horacio sorbió el mate como nunca lo había hecho en París. Se dejaba abordar por el amargo sabor de la yerba argentina y por el recuerdo de su maga perdida. “Toc, toc tenés un parajarito en la cabeza. Toc, toc te picotea todo el tiempo, quiere que le des de comer comida argentina”. Y sentía los dedos-pajaritos de la maga urgándole el cerebro, trayéndole el recuerdo de situaciones menos alegres. Jazz, Perico Romero, Etienne, Berthe Trépart (pourquoi Berthe Trépart?) y la última reunión en su apartamento. El viejo del piso de arriba quejándose y el club escuchando Jazz. Jazz susurro cada vez mas bajo y la maga hablando con Ossip, y Horacio poniendo Brahms, Mozart, Monk, Satchmo y Johnny Temple.

Between midnight and dawn, baby we may ever have to part,
But there’s one thing about it, baby, please remember I’ve always been you heart.


A ritmo de Jazz y de insultos son las tres de la mañana. Su maga busca una cuchara y trata de darle un jarabe a su bebé. Rocamadour, bebé muerto. Rocamadour. Muerto mientras hablaban a su lado. Rocamadour y la carta en el espejo. Horacio dio un giro en el marco de la ventana, con una mano sostenía el mate recién cebado y con la otra sujetaba el borde de ésta. Observó sus pies colgados en el vacío y se vio tan cerca del cielo que cerró los ojos ante la posibilidad de quedar ciego por la luz divina. ¿Dónde estaría la maga? París, Montevideo, Perugia o aquí, en Buenos Aires, durmiendo aún con Travaler. Abrió de nuevo los ojos y vio a la maga hablándole en glíglico, preguntándole si la guntiaba y que si plinearía por ella, pero no, ahora era Talita que le hablaba en lengua ispamerikana leyendo las notisias del periódiko y dando egenplos de ombres de pensamiento y aksión, de moral i de kultura. Horacio se estremeció. Un escalofrío punzante provocado por el calor recorrió su cuerpo. Dio un último sorbo al mate y lo lanzó apuntando a la rayuela de abajo. Notó como el agua arrastraba suavemente la masa de verde yerba a través de la casilla 5. El estruendo había sido un poco fuerte. Horacio se dedicó a contemplar las verdes nubes que se dirigían hacia el cielo. Estuvo otro rato en esa posición y decidió volver a entrar a su pieza. Dio media vuelta y se apoyó en el borde de un asiento que se encontraba cercano a él. Bajó de la ventana y ya en la penumbra de su cuarto vio a la Maga-Talita avanzar a través de un pasillo, medio dormida aún, como recordando lo de anoche y deteniéndose en la rayuela con un pie afuera y otro en el cielo, picándose los ojos con una mano y cubriéndose la boca con la otra. Para Horacio su Kibbutz había sido resuelto, su duda existencial aclarada, el guijarro lanzado en París había caído ya en la casilla donde la maga tenía el pie y nada detenía ahora su avance. Horacio vio como Talita se marchaba pero su maga se quedaba y se encontraba con ella en el cielo, y ...
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Y si regresáramos a París - dijo Horacio tratando de no parecer muy ansioso ante la respuesta - podríamos volver a empezar, formar otro club.
La maga lo miraba fijamente, clavando sus ojos en los de él, recorriendo su iris con la mirada como viajando sin dirección.
Sí maga, todo sería perfecto, podríamos perdernos para encontrarnos, recorrer las ferias, mirar los peces (550 fr. Pièce) y hasta aprender juntos.
La maga se dejaba bombardear por afirmaciones sin respuesta, mirando fijamente a Horacio, desplazándose sutilmente por las casillas de la rayuela. Horacio trató de sentirla. Avanzó un poco temeroso de perderla de nuevo, cerrando los ojos para tratar de oler y escuchar lo que no podía ver. Estiró totalmente su brazo esperando sentir su boca húmeda en la punta de los dedos. La esperanza de tenerla otra vez hacía que Horacio experimentara toda suerte de sensaciones y fragancias olvidadas ya en cuartos de hotel y habitaciones sucias. Horacio por fin la ordopedó, entre arguténdidas gasas se apeltronaron en uno solo, en un solo clemiso. Tropezaban, ulicordiaban y tordulaban amalándose una y otra vez, haciendo de su día noche y de su ortelunio una incopelusa inextricable.

Estertores de inicio de año

Doblan las campanas y en todas las casas a lo largo de mi cuadra suena la canción que nos identifica como colombianos. Faltan cinco pa’ las doce se entona como un himno nacional profano, todos salen a la calle y se abrazan como sino existiera mañana, con más efusividad y empalago que un par de novios en un aeropuerto. Mientras pasa eso y mientras intento llamar a tantas personas que no están cerca aparecen amigos tan alegres como Jorge Barón en su show de fin de año. Intento justificarme, excusa laboral argumento. Me toca madrugar parce, trabajo el primero y se viene un día largo. Las excusas no valen y me veo envuelto en un baño etílico, dicen que es de suerte arrojarse champagne encima a las doce de la noche, no sé que año me espera con esto que se derrama por todas partes. Que espero de este año, son tantas cosas las que quiero en especial hacer ese postgrado en el extranjero y terminar ese guión esquivo que me tiene varado en mi mismo. Feliz año, felices fiestas, feliz navidad, feliz hanukah, feliz Ramadán, prospero año nuevo y nada… más nada.

P.D: Aquí les regalo una cita que, creo, me define más que la música a la cual escucho. “Quizá mi rasgo más notorio sea la falta de profundidad. Haga o diga lo que diga o haga, todo yo estoy en lo que digo o hago y no guardo en reserva nada de lo que valerme en caso de retirada. Soy, en suma, un hombre todo vanguardia, sin grueso del ejército o retaguardia”. Todo esto en palabras de Alberto Moravia extraídas a su vez, bendito hipertexto, de elanacoreta.blogspot.com.