jueves, 31 de diciembre de 2020

Lo mejor del 2020

Hace muchos años, muchos muchos ya, tenía la costumbre de condensar mi año en greatest hits, en los hitos de los doce meses pasados, en las marcas que hacían resaltar el año. Entonces, por todo lo del mantra y la repetición, acá está actualizado y con las medidas de bioseguridad correspondientes en este 2020 histórico para la humanidad:   Siguiendo con esta tradición, variándola tan sólo un poco pero manteniendo la esencia, dejando escurrir los “greatest hits” versión 2020, escribo lo que, al parecer, fue lo mejor del añoInjusta e insensata como todas las listas, dejándome llevar por la tiranía del último momento que nubla hechos relevantes ocurridos durante los primeros meses del dos mil veinte. 

1. Ser feliz en el trabajo. Muy feliz. Reencontrarme con lo que me gusta hacer y aprender nuevas cosas que me gustaron hacer. 

2. Sobrevivir a la vida de casado en pandemia. Gran merito de mi esposa, claro, pero me alegra mucho que podamos vibrar en la misma frecuencia el 99% del tiempo. 

3. Seguir amando y queriendo como al inicio, pero más viejo. 

4. No haber sido contagiado de la Covid-19. Seguir recomendaciones y extremar cuidado. Algo de mérito debe tener 

5. Seguir siendo un pelado feliz.

6. Aprender, cada día aprender. 

7. Volver a escribir acá, aunque haya sido solo un día. 

Esta lista parece corta, especialmente si las comparo con listados anteriores, pero es más que satisfactoria. Lo finalizo con otra cosa que también escribí para hoy, dos puntos otra vez: 

En 2020 caminé mucho más de lo pensado, la caminata no fue física pero me llevó más lejos de lo que habría imaginado. Este 2020 fue un año terrible y hermoso, que nos enseñó a todos el valor de la distancia y que el distanciamiento físico no implica la lejanía del corazón. En 2021 espero seguir caminando con quienes he caminado ya y seguir descubriendo el camino que falta por andar. Y hablando de caminar, escribiendo sobre caminar, les dejo una cita de Caminar de Erling Kagge: "Muchos aspectos de nuestra existencia se centran en ir deprisa. Caminar es lento. Por eso es uno de los actos más radicales que puedes realizar". Pág, 20.

Menciones especiales

Película del año: Me quedo con una de las últimas que vi. Soul de Pixar, la vida es vida porque se vive.

Canción del año: Todas las de Billie Holiday, la banda sonora de mis días.

Libro del año: Caminar de Erling Kagge. LA filosofía de poner un pie detrás de otro y seguir así, con o sin destino predeterminado. 

Ahora que miro arriba veo que, convenientemente, faltan cosas quizá más importantes pero en fin, la memoria es selectiva, sólo elige lo que le es grato. En todo caso, feliz año a los que lean esto y un feliz cumpleaños a mí mismo, este año sí me compré algo así que no me debo excusas solo la promesa de seguir siendo feliz ahora y siempre. Ahora y siempre. 

sábado, 15 de febrero de 2020

Hambre

Como decidí regresar acá, trato de mantener activo pese a ir dejando post a cuentagotas. Hay de qué hablar, sí, pero a veces no logro que todo calce, que siga un norte. Se intenta, algunos días se logra. En fin.
Esta semana, creo que el mismo día en el que volví a escribir aquí, terminé de leer El Hambre de Martín Caparrós. Empecé, creo, en 2018. Hace dos años. Haciendo las mismas cuentas que el gigante autor/viajero/escritor/periodista/filósofo argentino hace en este libro diría que desde que inició mi periplo entre sus páginas murieron de hambre cerca de 18 millones de personas. Es un dato terrible, como es terrible el libro de Caparrós. Es terrible la realidad que revela, la forma en la que viven y sueñan cientos de millones de personas en países que, como Colombia, no tienen las mismas oportunidades que muchos otros, la oportunidad de pensar en un futuro que implique tres comidas diarias. La posibilidad de un futuro en el que no implique pensar en qué comer más tarde. Entonces, Caparrós nos lleva a Niger y a Sudán del Sur, a la India y a su Argentina a hablar de hambre y de privaciones y de los problemas que persiguen a los hambrientos porque el hambre es la raíz de mil problemas más que no puedes resolver porque tenés hambre, porque tuviste hambre de pequeño y quizá tu cerebro no se desarrolló bien, porque tu mamá tuvo hambre mientras te gestaba, entonces eres producto de una nueva generación de esa hambre que está ahí y no se va, porque a la gente en el poder puede que le sirva que muchos pasen hambre. 
Es horrible, sí. Yo he sido periodista por muchos años y he visto hambre, dolor, muerte, abandono y muchas cosas que quisiera no haber visto. Estar expuesto a lo peor del mundo hace que se normalice, que se deje de sorprender. Sin embargo, El Hambre de Caparrós me costó dos años. Leerlo en dos años. Casi 800 días. Debí dosificarlo porque me dolía. Me dolía leer y pensar que así son las cosas y que nada va a cambiar. Que pese a las buenas intenciones de muchas personas y los esfuerzos que se realizan, nuestra forma de consumir, nuestro desaforo por consumir hacen que se perpetúen las estructuras del hambre. 

miércoles, 12 de febrero de 2020

Ya es mañana

No hay nada que podamos hacer. Nada. Se agota, se consume. Pasa. Lo queramos o no. Lo deseemos o no. Se extingue. Se va como arena y por eso es tan bella, tan cierta, esa metáfora, que no es tal y hay que darle vuelta al reloj. El tiempo.
Siempre es hoy, pero ya es ese mañana del que tanto hablábamos y que no llegaba. Un pasado lleno de quizá, de tal vez sí, de de pronto. Hace un año, días más o menos, escribí aquí por última vez insinuando que iba a volver a escribir. Pues sí, esto es como un mantra. Un eterno regreso, la piedra que nos hace tropezar para caer siempre de maneras distintas. Ya es mañana, más detalles adelante.