miércoles, 29 de septiembre de 2021

Mentiras, como mentiras

 

En esta oportunidad voy a hablar cuál es concepto de culpa que tengo yo, eso a sugerencia de mi psicólogo. Adelanto esta parte solamente para no olvidarme y para, obvio, hacerlo. Hoy mismo. Más tarde. 

lunes, 13 de septiembre de 2021

Verdades, como mentiras (quinto día)

He pensado mucho en el origen de esta congoja. De esta tristeza que parece que tiene un millón de años, y más. Una falta de quietud que me tiene inmóvil aunque sí, ya voy a terapia. ¿Qué pasa? Leo a Leila Guerriero en Zona de Obras y descubro un quizá, un tal vez. Habla Leila, grandísima como siempre Leila,  sobre el periodista Mark Kramer y cómo este narra el cáncer que padece, como cuenta sobre una intervención que le realizan. Un periodista que ha sido cientos de veces periodista narrando el cáncer en otros, pero sin jugarse el pellejo. Leo y me siento un poco reflejado. Entre abril y mayo hubo una movilización social en Colombia. Un estallido social. Como periodista, en el pasado, estuve muchas veces en mitad de enfrentamientos y frente a tragedias. Me manché de sangre los zapatos y tuve que ver lagrimas nuevas de hijos descubriéndose huérfanos, de padres ahora sin hijos, de parejas. Narré el horror, con mayor o menor destreza, pero siempre le pasaba al otro y esa era una barrera mental que levantaba y desde la que escribía. Le pasaba a otro y en la noche llegaba a casa a jugar en mi PlayStation, a pensar en el próximo tema, en la próxima tragedia que cubra una página o un poco más. Esta vez, con la movilización social en el Colombia, me sentí en el medio. Con toda la información disponible de mi antiguo trabajo, pero inmerso ahora en otra lógica. En una labor social con una comunidad vulnerable, ahora mucho más. Y por fin, creo, sentí el peso de todos esos años de forzada indiferencia. El peso de toda esa tragedia que no era mía y que ahora tampoco, aunque quizá. La tragedia ajena no es ajena. Así estoy, pese a que la movilización social cesó y las personas siguen vidas similares a las que tenían antes. La vida sigue, conmigo o sin mí.  Conmigo, sin mí. 

domingo, 12 de septiembre de 2021

Mentiras, como verdades (cuarto día)

En la madruga de hoy me desperté con la repetición de una palabra en mi mente. Dos veces la había escuchando antes de ser consciente de estar despierto en la mitad de la madrugada. Matare, matare. Bis. Sin tilde. Me desconcertó el hecho de haber soñado con esas palabras. ¿Venían de algún lugar de mi memoria? ¿Venían de mí? Qué hora es exactamente y porqué hace tanto calor en Cali en la madrugada. Y seguí pensando como lo hago cuando no entiendo algo, así pierda mucho tiempo y siga sin entender mucho o quizá entienda menos que cuando empecé a darle vueltas en la cabeza. Así fue hasta que por fin miré el reloj y eran las 4:20 a. m. y me dije que había sido suficiente y debía dormir. Tres horas después, ya despierto y sin haber tomado café le hablé a mi esposa del sueño. Del sueño que no era sueño y que era solo dos palabras Matare, matare. bis y sin tilde. Matare. Matare. Pronunciado con voz de mujer, un piso más abajo de donde yo estaba. Sacarlos de mi cabeza y ponerlo en palabras que articulaba y llenaban el aire, me dio tranquilidad. Como si contara algo que le pasaba a alguien más y no, no era yo el que pensaba y se lo decía a sí mismo, como un imperativo. Y no, no era yo. Me lo dijo mi esposa. En la madrugada, en un apartamento cercano hubo una pelea de pareja. Solo se escuchaba a la mujer gritar insultos y amenazas de partida. Quizá un matare, matare sin tilde y en bis. No lo sabe bien, mi esposa y quizá tampoco esa mujer. Ninguna lo sabe. Yo tampoco lo sé, pero ahora la certeza es que no salió de mi mente. Me tranquiliza. Es domingo, hace sol. En Cali siempre así llueva, así sea de noche. Su amenaza siempre está ahí. Es la única constante en este mundo postpandémico que no se acaba de derrumbar. Mañana será lunes, seguro será lunes. 

PD: Los gritos de madrugada ya han ocurrido un par de veces más. Con lo que escribo hoy no trato de banalizarlo o quitarle gravedad. El vigilante de la cuadra donde vivo ha estado particularmente pendiente de la situación. Al parecer, no ha habido violencia física pero no dejar de ser preocupante lo que ocurre. Solo he escuchado hablar fuerte a una mujer. No he tenido la oportunidad de conocer a la pareja en cuestión, pero estaré atento. Estaré atento. 

sábado, 11 de septiembre de 2021

Puños, como verdades (tercer día)

Como estoy inmerso, o quizá no tanto, en este llamado proceso terapéutico que es escribir para mí en esta especie de diario virtual que es personal, y a la vez no tanto, enciendo el computador cada vez que se me ocurre algo que es meritorio contar. Y cuento un recuerdo. Una memoria que vino a mí hoy, de cuando estudiaba en el colegio y creía que tener 26 eran tener muchos años y que tener 36 era una cosa inconcebible y fuera de este mundo. Escribo desde una edad que duplica a la que tenía en el momento en el que vivía este recuerdo.  ahora, luego de esta introducción gigantesca que acabo de hacer, siento que debo honrar al lector con una revelación que los haga reflexionar sobre sus vidas, sobre su devenir. Quizá no tanto. No es así. Como lo dije, la terapia es escribir para mí. 

En este tercer día entonces, traigo el recuerdo de un salón de clases una mañana antes del cambio de milenio. Un salón vacío, con las filas de pupitres desalineadas pero nuevos. Lienzos que se llenaron pronto de todo lo que sale de la mente de un quinceañero. Recuerdo el marco de las ventanas de color gris, la puerta que no era más que barrotes del mismo color. y yo, en un descanso/recreo comiendo en el salón vacío. Yo tomando una gaseosa Pepsi y yo, con deliberada maldad, arrojando ese vaso medio lleno por la ventana con la esperanza de atinar a alguien. Lo logré. 

Los siguientes segundos fueron de confusión. ¿Debería sentirme orgulloso por lo hecho? Evidentemente no, pero la persona que yo era hace tantos años no pensaba en esas cosas. Vivía, creo, en ese perpetuo presente de muchos adolescentes sin saber que iba a hacer mañana o al día siguiente. Entonces lo escuché antes de verlo. En frente mío, el uniforme blanco del colegio con una mancha oscura de la Coca Cola que no es. Y el miedo, lo recuerdo, el miedo más atroz ante unos ojos preparados para acabar con este mundo. Creo que es el primer recuerdo de esa sensación que tengo. Terror de enfrentar las consecuencias de mis actos. Lo que sigue es una acción de extrema piedad. El contrariado otro de pronto ve en mis ojos reflejado todo el odio que siente o le recuerdo a un amigo de la infancia o tiene una lucida epifanía sobre la acción que va a cometer y que lo va a llevar a la cárcel, quizá no tanto. El hecho es que en lugar de golpearme, como lo merezco, golpea al pupitre que está al lado mío. Luego sale y no lo vuelvo a ver. Me siento y no pienso más. es decir, sí pienso en eso pero solo pienso en eso. No hay nada más para mí ese día. La clase empieza y termina. Yo viajo en el bus recordando esos ojos y para mí eran la muerte. La muerte a la que nunca antes había mirado a los ojos recordándome que las acciones tienen reacciones. Las leyes de la termodinámica. Ese recuerdo vuelve a mí hoy, cuando miro al mundo con miedo o quizá no tanto. Cuando siento temor o quizá no mucho. Cuando pienso que mis acciones tienen más que consecuencias. 

PD: Como imagen un fotograma de El viaje de Chihiro o Spirited Away que este año cumplió 20. Larga vida a Miyazaki y a todo Ghibli. 

jueves, 9 de septiembre de 2021

Jaqueca, como un estadio (segundo día)

Hay días así, donde no se encuentra el norte o si se encuentra está muy lejos. En el lugar contrario hacia adonde apunta la brújula. Hoy señala hacia otra parte. A veces pasa, más detalles adelante. Esa muletilla, tantas veces usada y aprendida hace tanto tiempo. No sé si lo dije, pero el regreso a estas páginas virtuales obedecen a terapia psicológica o, mejor dicho, a una sugerencia hecha por el psicólogo durante la terapia. ¿Por qué voy a terapia? La respuesta fácil es por salud mental, la compleja es por salud mental. No estoy bien y es bueno decirlo, saberlo y hacer algo por eso. No estoy bien y no lo he estado desde hace mucho. Lo diferente, lo que cambió, fue que por fin pude reconocerlo. Tengo tanto que hacer, tanto, que me miro las manos y las siento lejanas, fuera de este mundo. La cabeza me palpita, pero no es de todos los días. Es una jaqueca nueva, de hoy. La cita a terapia se cancela o se reprograma. ¿Se cancela o se reprograma?

jueves, 2 de septiembre de 2021

Ha pasado mucho tiempo (primer día)

 

Escribir siempre ha sido mi pasatiempo principal. Mi lugar de escape y la forma en la que me puedo entender a mí mismo. Puede sonar a chiste fácil, pero cuando escribo me leo. Me entiendo. Este blog fue mi escape personal por muchos años. La primera entrada es de enero de 2007 y solo puedo imaginar quién era yo en ese momento. Se ve tan lejano, pero me queda lo escrito y lo que leo en esas palabras resuena en mí. Ha pasado mucho tiempo desde la última vez que escribí acá. Se han levantado muros y se han ensanchado diques. Mi cabeza es un vasto yermo. Suena hasta poesía, pero la metáfora en este momento se me hace tan real como el café de la mañana. Amarga como el mismo. Vuelvo a escribir entonces, como parte de mi terapia. Vuelvo a escribir y hacer este diario que me gustó una vez y lo intenté tantas veces con resultados a veces satisfactorios, a veces solo a veces. Este es el primer día, del resto de esta vida.