sábado, 31 de diciembre de 2022

Lo mejor del 2022

 

Siguiendo con esta tradición, variándola tan sólo un poco pero manteniendo la esencia, dejando escurrir los “greatest hits” versión 2022, escribo lo que, al parecer, fue lo mejor de mi año, aunque esta vez sólo he incluido lo que más me ha gustado “emocionalmente” dejando por fuera trabajos y obligaciones. Injusta e insensata como todas las listas, dejándome llevar por la tiranía del último momento que nubla hechos relevantes ocurridos durante los primeros meses de este dos mil veintidós. Hoy, un día después de mi cumpleaños y cuando falta sólo un día para que el año termine, regreso en este empeño copiando descaradamente formulas que ya había usado en el pasado, que ya habían resultado en el pasado. En fin, aquí están, estos son…

El formato que usaba antes me gustaba, era simple. Era una lista, como la de compras, como la de cosas por hacer en el año que no hacemos y nos reencontramos a mitad de año y decidimos que no, que ya es muy tarde y que quizá, con suerte, el próximo año sí.  

1. Todo el año tuve ganas de escribir acá. Que lo haga el ultimo día solo es una declaración de intenciones. Quizá el nuevo año venga con más publicaciones en este blog largamente olvidado, tal vez no. El tiempo, como ya lo ha hecho en el pasado, lo dirá mejor que yo. 

2. En la versión de 2010 uno de los puntos a destacar fue 'mantener las dreads'... pues adivina qué, yo de hace doce años, siguen igual de fuertes solo que una década y dos años más largas.

3. La vida de a dos. Seguir amando, diferente pero igual.  

4. Mi trabajo. Es curioso que en una lista de lo mejor del año clasifique la esfera laboral. Lo primero que uno puede pensar de la persona que arma la lista es que sus prioridades van de 8 a.m. a 6 p.m., que su vida gira en torno a marcar una tarjeta. No en mi caso o, al menos, eso creo. En mi caso digo que sí, mi trabajo fue gratificante y lleno de descubrimientos. Agradezco la oportunidad de seguir aprendiendo y tener tantas maestras y maestros dispuestos a enseñar. 

5. Volver a la universidad. Sí, ha sido de lo mejor. Se siente muy diferente porque ya no es la única responsabilidad, porque ya la vida no gira con esa órbita central. Espero que para lo mejor de 2023 tenga la oportunidad de decir, graduarme otra vez de la universidad. 

6. Los reencuentros de cumpleaños. La tradición prepandémica que paró por la pandemia se retomó con la pospandemia. Ver amigos que siguen siendo amigos después de más de veinte años. 

7. Las amistades nuevas.

8. Después del cumpleaños, un día después de cumplir años, vuelvo a decir: sentirse tan querido. A veces, la mayoría del tiempo, puedo pensar que no lo merezco y que tanto afecto de dónde y para qué. Pero existe, es grande y llena. Es como un café después del almuerzo, todo lo que está bien. 

Menciones especiales (no es lo mejor que salió este año, pero sí son cosas que consumí este año)

Película del año: Pues no fue la mejor, y terrible que empiece diciéndolo así, pero fue muy situacional. Jujutsu Kaisen 0 en sala de cine.

Canción del año: Todas las de Billie Holiday, la banda sonora de mis días.

Libros del año: Iba a poner uno solo, pero mejor dos. El primero creo que lo leí en 2021, pero pues si no lo resalté ese año lo resalto ahora. Kintsugi de María José Navia. El otro lo estoy leyendo recién y es Exhalación de Ted Chiang. 

Juego del año: Disco Elysium. No sé cuando voy a volver a jugar algo similar, ni siquiera pido algo mejor. Algo parecido, que me llene tanto tanto. 

Ahora que miro arriba veo que, convenientemente, faltan cosas quizá más importantes pero en fin, la memoria es selectiva, sólo elige lo que le es grato. En todo caso, feliz año a los que lean esto y un feliz cumpleaños a mí mismo, aunque atrasado, un año más me hago la solemne promesa de seguir siendo feliz ahora y siempre. Ahora y siempre. 

martes, 19 de octubre de 2021

Recuerdo, como un viaje (séptimo día)

Recuerdo un viaje como recuerdo tantas cosas, como recuerdo el olor a zapatos nuevos o el sonido especial que hacen el plástico que protege a los libros recién comprados y a punto de ser leídos. Recuerdo un viaje a la orilla del mar, frente a un océano inmenso con olas que chocaban con rabia contra la arena. Se llamaba, aún existe así que se llama, Playa Brava y le hace honor. No es un chiste. Y este recuerdo, que vino a mí ocho años después, es recuerdo porque leyendo Zona de obras de Leila Guerriero, habla sobre viajes en VIAJAR, CONTAR, VIAJAR. En esa reflexión que viene después de la lectura, a veces muy corta y otras demasiado larga, me dije que nunca había escribo una crónica de viaje. Aplicando una versión muy libre de lo que es una crónica de viaje. Hace mucho me propusieron escribir una para una revista y no se concretó. Las ganas volvieron otra vez, en el viaje que recuerdo a esa playa brava que era mar calmado de día y tormentas eléctricas de noche, con horas de camino a través de la selva para llegar allá. Fue el primer viaje en serio con mi esposa, en la época en que éramos novios de lejos. y estaba en vacaciones. El primer impulso fue sacar libreta y anotar nombre, datos, VER para CONTAR. Después pensé que no, que en vacaciones no debía hacer eso que hago siempre, así que se quedó archivado y perdido. Entonces, tras el preámbulo este de varias líneas, digo que la próxima entrada va a tener mar, recorridos a lomo de burro y de caballo, trochas en medio del parque Tayrona y kaggabbas (indígenas kogui) riéndose de mí. 

viernes, 8 de octubre de 2021

Por mi culpa, como otras tantas cosas (sexto día)

Ante la ley hay un guardián. Así arranca Ante la ley, uno de mis cuentos favoritos de uno de mis escritores favoritos. Franz Kafka. El cuento, alegoría, relato se publicó solo y también hace parte de la única novela finalizada del autor checo, El proceso. El proceso es la historia de un culpable que no sabe de qué se lo acusa, ni quien lo acusa o lo juzga, pero asume su culpa y su castigo. Joseph K. Escribo esto pensando en cómo siento yo la culpa, qué es para mí. Ante todo un disclaimer. No creo que ser capaz de dar exactamente con lo que estoy buscando. Con la culpa como elemento y caso de estudio. Quizá la atisbe un poco, como mirándola a través de un vidrio empañado o confundiendo el cielo estrellado con su reflejo en un lago (esta última analogía la recordé mientras escribía la anterior y por eso la uso. Es de uno de los libros de The Witcher, dicha por Vilgefortz una y otra vez. Entonces, la culpa. Creo no tener mucho en mí el concepto judeocristiano de culpa y castigo divino. Soy creyente, así suene a estudiante de primaria, de que todas las personas deben tratar al otro como le gustaría que los trataran y, a su vez, hacer cualquier cosa que no implique causar daño a los demás. Imperativo categórico. Reflexionando sobre las última líneas, creo que lo que más me causa sentimiento de culpa es la inacción. El haber podido hacer y no haber hecho. El que tal sí, carcome. Las infinitas posibilidades que me planteaba la vida y decidir el camino en el que estoy ahora. Y siento culpa, pese a que soy feliz. Soy feliz en el camino y soy feliz acompañado de quien lo camino. Sin embargo, late bajo el piso la decisión no tomada, la carta no finalizada, el adiós. Resuena como un tambor en la lejanía, y la mayor parte del tiempo no lo escucho, pero ahí está y lo sé, me imagino el retumbar. Siento culpa por no ser más cercano a personas a las que aprecio, siento culpa por haber dejado ir personas a las que aprecio. Y es mi culpa. Evocar tanta culpa, tanto peso que pesa, no es agradable. Mucho de esto estaba guardado en un cajón sin llave, pero olvidado. Ahora vuelve y lo escucho. Afortunadamente mañana hay terapia. 

miércoles, 29 de septiembre de 2021

Mentiras, como mentiras

 

En esta oportunidad voy a hablar cuál es concepto de culpa que tengo yo, eso a sugerencia de mi psicólogo. Adelanto esta parte solamente para no olvidarme y para, obvio, hacerlo. Hoy mismo. Más tarde. 

lunes, 13 de septiembre de 2021

Verdades, como mentiras (quinto día)

He pensado mucho en el origen de esta congoja. De esta tristeza que parece que tiene un millón de años, y más. Una falta de quietud que me tiene inmóvil aunque sí, ya voy a terapia. ¿Qué pasa? Leo a Leila Guerriero en Zona de Obras y descubro un quizá, un tal vez. Habla Leila, grandísima como siempre Leila,  sobre el periodista Mark Kramer y cómo este narra el cáncer que padece, como cuenta sobre una intervención que le realizan. Un periodista que ha sido cientos de veces periodista narrando el cáncer en otros, pero sin jugarse el pellejo. Leo y me siento un poco reflejado. Entre abril y mayo hubo una movilización social en Colombia. Un estallido social. Como periodista, en el pasado, estuve muchas veces en mitad de enfrentamientos y frente a tragedias. Me manché de sangre los zapatos y tuve que ver lagrimas nuevas de hijos descubriéndose huérfanos, de padres ahora sin hijos, de parejas. Narré el horror, con mayor o menor destreza, pero siempre le pasaba al otro y esa era una barrera mental que levantaba y desde la que escribía. Le pasaba a otro y en la noche llegaba a casa a jugar en mi PlayStation, a pensar en el próximo tema, en la próxima tragedia que cubra una página o un poco más. Esta vez, con la movilización social en el Colombia, me sentí en el medio. Con toda la información disponible de mi antiguo trabajo, pero inmerso ahora en otra lógica. En una labor social con una comunidad vulnerable, ahora mucho más. Y por fin, creo, sentí el peso de todos esos años de forzada indiferencia. El peso de toda esa tragedia que no era mía y que ahora tampoco, aunque quizá. La tragedia ajena no es ajena. Así estoy, pese a que la movilización social cesó y las personas siguen vidas similares a las que tenían antes. La vida sigue, conmigo o sin mí.  Conmigo, sin mí. 

domingo, 12 de septiembre de 2021

Mentiras, como verdades (cuarto día)

En la madruga de hoy me desperté con la repetición de una palabra en mi mente. Dos veces la había escuchando antes de ser consciente de estar despierto en la mitad de la madrugada. Matare, matare. Bis. Sin tilde. Me desconcertó el hecho de haber soñado con esas palabras. ¿Venían de algún lugar de mi memoria? ¿Venían de mí? Qué hora es exactamente y porqué hace tanto calor en Cali en la madrugada. Y seguí pensando como lo hago cuando no entiendo algo, así pierda mucho tiempo y siga sin entender mucho o quizá entienda menos que cuando empecé a darle vueltas en la cabeza. Así fue hasta que por fin miré el reloj y eran las 4:20 a. m. y me dije que había sido suficiente y debía dormir. Tres horas después, ya despierto y sin haber tomado café le hablé a mi esposa del sueño. Del sueño que no era sueño y que era solo dos palabras Matare, matare. bis y sin tilde. Matare. Matare. Pronunciado con voz de mujer, un piso más abajo de donde yo estaba. Sacarlos de mi cabeza y ponerlo en palabras que articulaba y llenaban el aire, me dio tranquilidad. Como si contara algo que le pasaba a alguien más y no, no era yo el que pensaba y se lo decía a sí mismo, como un imperativo. Y no, no era yo. Me lo dijo mi esposa. En la madrugada, en un apartamento cercano hubo una pelea de pareja. Solo se escuchaba a la mujer gritar insultos y amenazas de partida. Quizá un matare, matare sin tilde y en bis. No lo sabe bien, mi esposa y quizá tampoco esa mujer. Ninguna lo sabe. Yo tampoco lo sé, pero ahora la certeza es que no salió de mi mente. Me tranquiliza. Es domingo, hace sol. En Cali siempre así llueva, así sea de noche. Su amenaza siempre está ahí. Es la única constante en este mundo postpandémico que no se acaba de derrumbar. Mañana será lunes, seguro será lunes. 

PD: Los gritos de madrugada ya han ocurrido un par de veces más. Con lo que escribo hoy no trato de banalizarlo o quitarle gravedad. El vigilante de la cuadra donde vivo ha estado particularmente pendiente de la situación. Al parecer, no ha habido violencia física pero no dejar de ser preocupante lo que ocurre. Solo he escuchado hablar fuerte a una mujer. No he tenido la oportunidad de conocer a la pareja en cuestión, pero estaré atento. Estaré atento. 

sábado, 11 de septiembre de 2021

Puños, como verdades (tercer día)

Como estoy inmerso, o quizá no tanto, en este llamado proceso terapéutico que es escribir para mí en esta especie de diario virtual que es personal, y a la vez no tanto, enciendo el computador cada vez que se me ocurre algo que es meritorio contar. Y cuento un recuerdo. Una memoria que vino a mí hoy, de cuando estudiaba en el colegio y creía que tener 26 eran tener muchos años y que tener 36 era una cosa inconcebible y fuera de este mundo. Escribo desde una edad que duplica a la que tenía en el momento en el que vivía este recuerdo.  ahora, luego de esta introducción gigantesca que acabo de hacer, siento que debo honrar al lector con una revelación que los haga reflexionar sobre sus vidas, sobre su devenir. Quizá no tanto. No es así. Como lo dije, la terapia es escribir para mí. 

En este tercer día entonces, traigo el recuerdo de un salón de clases una mañana antes del cambio de milenio. Un salón vacío, con las filas de pupitres desalineadas pero nuevos. Lienzos que se llenaron pronto de todo lo que sale de la mente de un quinceañero. Recuerdo el marco de las ventanas de color gris, la puerta que no era más que barrotes del mismo color. y yo, en un descanso/recreo comiendo en el salón vacío. Yo tomando una gaseosa Pepsi y yo, con deliberada maldad, arrojando ese vaso medio lleno por la ventana con la esperanza de atinar a alguien. Lo logré. 

Los siguientes segundos fueron de confusión. ¿Debería sentirme orgulloso por lo hecho? Evidentemente no, pero la persona que yo era hace tantos años no pensaba en esas cosas. Vivía, creo, en ese perpetuo presente de muchos adolescentes sin saber que iba a hacer mañana o al día siguiente. Entonces lo escuché antes de verlo. En frente mío, el uniforme blanco del colegio con una mancha oscura de la Coca Cola que no es. Y el miedo, lo recuerdo, el miedo más atroz ante unos ojos preparados para acabar con este mundo. Creo que es el primer recuerdo de esa sensación que tengo. Terror de enfrentar las consecuencias de mis actos. Lo que sigue es una acción de extrema piedad. El contrariado otro de pronto ve en mis ojos reflejado todo el odio que siente o le recuerdo a un amigo de la infancia o tiene una lucida epifanía sobre la acción que va a cometer y que lo va a llevar a la cárcel, quizá no tanto. El hecho es que en lugar de golpearme, como lo merezco, golpea al pupitre que está al lado mío. Luego sale y no lo vuelvo a ver. Me siento y no pienso más. es decir, sí pienso en eso pero solo pienso en eso. No hay nada más para mí ese día. La clase empieza y termina. Yo viajo en el bus recordando esos ojos y para mí eran la muerte. La muerte a la que nunca antes había mirado a los ojos recordándome que las acciones tienen reacciones. Las leyes de la termodinámica. Ese recuerdo vuelve a mí hoy, cuando miro al mundo con miedo o quizá no tanto. Cuando siento temor o quizá no mucho. Cuando pienso que mis acciones tienen más que consecuencias. 

PD: Como imagen un fotograma de El viaje de Chihiro o Spirited Away que este año cumplió 20. Larga vida a Miyazaki y a todo Ghibli. 

jueves, 9 de septiembre de 2021

Jaqueca, como un estadio (segundo día)

Hay días así, donde no se encuentra el norte o si se encuentra está muy lejos. En el lugar contrario hacia adonde apunta la brújula. Hoy señala hacia otra parte. A veces pasa, más detalles adelante. Esa muletilla, tantas veces usada y aprendida hace tanto tiempo. No sé si lo dije, pero el regreso a estas páginas virtuales obedecen a terapia psicológica o, mejor dicho, a una sugerencia hecha por el psicólogo durante la terapia. ¿Por qué voy a terapia? La respuesta fácil es por salud mental, la compleja es por salud mental. No estoy bien y es bueno decirlo, saberlo y hacer algo por eso. No estoy bien y no lo he estado desde hace mucho. Lo diferente, lo que cambió, fue que por fin pude reconocerlo. Tengo tanto que hacer, tanto, que me miro las manos y las siento lejanas, fuera de este mundo. La cabeza me palpita, pero no es de todos los días. Es una jaqueca nueva, de hoy. La cita a terapia se cancela o se reprograma. ¿Se cancela o se reprograma?

jueves, 2 de septiembre de 2021

Ha pasado mucho tiempo (primer día)

 

Escribir siempre ha sido mi pasatiempo principal. Mi lugar de escape y la forma en la que me puedo entender a mí mismo. Puede sonar a chiste fácil, pero cuando escribo me leo. Me entiendo. Este blog fue mi escape personal por muchos años. La primera entrada es de enero de 2007 y solo puedo imaginar quién era yo en ese momento. Se ve tan lejano, pero me queda lo escrito y lo que leo en esas palabras resuena en mí. Ha pasado mucho tiempo desde la última vez que escribí acá. Se han levantado muros y se han ensanchado diques. Mi cabeza es un vasto yermo. Suena hasta poesía, pero la metáfora en este momento se me hace tan real como el café de la mañana. Amarga como el mismo. Vuelvo a escribir entonces, como parte de mi terapia. Vuelvo a escribir y hacer este diario que me gustó una vez y lo intenté tantas veces con resultados a veces satisfactorios, a veces solo a veces. Este es el primer día, del resto de esta vida.  

jueves, 31 de diciembre de 2020

Lo mejor del 2020

Hace muchos años, muchos muchos ya, tenía la costumbre de condensar mi año en greatest hits, en los hitos de los doce meses pasados, en las marcas que hacían resaltar el año. Entonces, por todo lo del mantra y la repetición, acá está actualizado y con las medidas de bioseguridad correspondientes en este 2020 histórico para la humanidad:   Siguiendo con esta tradición, variándola tan sólo un poco pero manteniendo la esencia, dejando escurrir los “greatest hits” versión 2020, escribo lo que, al parecer, fue lo mejor del añoInjusta e insensata como todas las listas, dejándome llevar por la tiranía del último momento que nubla hechos relevantes ocurridos durante los primeros meses del dos mil veinte. 

1. Ser feliz en el trabajo. Muy feliz. Reencontrarme con lo que me gusta hacer y aprender nuevas cosas que me gustaron hacer. 

2. Sobrevivir a la vida de casado en pandemia. Gran merito de mi esposa, claro, pero me alegra mucho que podamos vibrar en la misma frecuencia el 99% del tiempo. 

3. Seguir amando y queriendo como al inicio, pero más viejo. 

4. No haber sido contagiado de la Covid-19. Seguir recomendaciones y extremar cuidado. Algo de mérito debe tener 

5. Seguir siendo un pelado feliz.

6. Aprender, cada día aprender. 

7. Volver a escribir acá, aunque haya sido solo un día. 

Esta lista parece corta, especialmente si las comparo con listados anteriores, pero es más que satisfactoria. Lo finalizo con otra cosa que también escribí para hoy, dos puntos otra vez: 

En 2020 caminé mucho más de lo pensado, la caminata no fue física pero me llevó más lejos de lo que habría imaginado. Este 2020 fue un año terrible y hermoso, que nos enseñó a todos el valor de la distancia y que el distanciamiento físico no implica la lejanía del corazón. En 2021 espero seguir caminando con quienes he caminado ya y seguir descubriendo el camino que falta por andar. Y hablando de caminar, escribiendo sobre caminar, les dejo una cita de Caminar de Erling Kagge: "Muchos aspectos de nuestra existencia se centran en ir deprisa. Caminar es lento. Por eso es uno de los actos más radicales que puedes realizar". Pág, 20.

Menciones especiales

Película del año: Me quedo con una de las últimas que vi. Soul de Pixar, la vida es vida porque se vive.

Canción del año: Todas las de Billie Holiday, la banda sonora de mis días.

Libro del año: Caminar de Erling Kagge. LA filosofía de poner un pie detrás de otro y seguir así, con o sin destino predeterminado. 

Ahora que miro arriba veo que, convenientemente, faltan cosas quizá más importantes pero en fin, la memoria es selectiva, sólo elige lo que le es grato. En todo caso, feliz año a los que lean esto y un feliz cumpleaños a mí mismo, este año sí me compré algo así que no me debo excusas solo la promesa de seguir siendo feliz ahora y siempre. Ahora y siempre.