domingo, 10 de abril de 2011

Decimotercer día (pie de página)

Mi PC, mi muy querida PC, ha sufrido un pequeño problema y sólo puede perma-necer encendida por veinte minutos cada par de horas. Como no soy muy fan de los “twits” y de la fragmentación, me doy unas vacaciones obligadas hasta que el nuevo equipo arribe a casa. Cuando regrese será un gusto verlos.

domingo, 3 de abril de 2011

Duodécimo día

Otro largo receso. El Caleño escribe ahora y no recuerda muy bien que es lo que ha escrito antes. Ha pasado tanto tiempo. Como es usual en él, se niega a aceptar la muerte lenta de su blog. Los mejores tiempos han pasado ya hace mucho y ahora sólo visitas esporádicas, escritos a la carrera, sin rigor y contra el tiempo, intentos para evitar ese olvido. Ahora, debido a la nueva “configuración” de su trabajo, tiene mucho más tiempo que antes y llega menos agotado a su casa, pero cada vez siente menos deseos de escribir aquí.

Ya lo ha dicho antes, lo ha dicho mil veces, pero le cuesta muchísimo dejar ir. A veces las cosas le resultan y las segundas partes terminan siendo buenas, mejores, pero usualmente es lo contrario. De esta forma El Caleño conserva cuadernos viejos con apuntes intrascendentes, un cementerio con casi la totalidad de gafas que ha usado, buenas relaciones con sus ex, el mismo trabajo de hace cuatro años. El lunes pasado lavó su pelo y descubrió, como en ocasiones anteriores, algunas dreads que se le partían a la mitad. Se negaba a botarlas, El Caleño, y las conservaba sabiendo que aún si conseguía pegarlas de nuevo, las cosas no seguirían igual. Guardó muchas, unas diez, pensado que algún día iba a sentarse al fin con su aguja para empezar el trabajo tan largamente aplazado. Ese mismo lunes, mientras secaba su pelo e iniciaba el doloroso, dolorosísimo a veces, proceso de enredado se dio cuenta que por algún lado tenía que empezar en su vida y, entonces, arrojó a la basura dreads que significaban años. Dejar ir, siempre le va a costar, pero habrá que intentarlo.