martes, 22 de febrero de 2011

Noveno día

Luego de días de abandono El Caleño retoma un poco el ritmo y escribe lo primero que se le viene a la cabeza. Esto. Después de una semana de días iguales mañana las cosa le cambia un poco, el trabajo se transforma. Le encantaría hacer un resumen pero, periódico de ayer, su cerebro últimamente retiene sólo titulares recientes. En la mañana vio a un perro que esperaba adentro de una estación del MÍO y parecía como si ese fuera su lugar en el mundo, como si no hubiera otro sitio en el que pudiese descansar. El perro en la estación, titular. En la noche, antes de salir del trabajo compró su helado favorito, Mocaccino, y ante su limitada pericia de siempre para comer helado, ya se había untado la cara, optó por regresar a la oficina a buscar su paraguas. Siempre se está mejor con un paraguas a la mano.

domingo, 13 de febrero de 2011

Octavo día

Todo sigue igual, invariablemente. Para El Caleño es difícil huir de la rutina ahora, apartar tiempo para sentarse y escribir. Le puede parecer un poco irónico, ya que se pasa el día sentado y escribiendo, pero la verdad hay poco de que reírse. Los últimos días El Caleño ha llegado a una casi evidente conclusión, su elección de carrera fue poco más que desafortunada. Ahora matiza, El Caleño, siempre le ha gustado escribir, siempre le ha gustado leer pero, todo un anacoreta como es, prefiere evitar el trato con el resto del mundo. Matiza de nuevo, le gusta investigar y hablar con la gente pero odia, mucho, las ruedas de prensa y los eventos. Las sonrisas, grandes sonrisas llenas de dientes, la complacencia con la “autoridad”, la mediocridad generalizada que terminará por atraparlos a todos.

domingo, 6 de febrero de 2011

Séptimo día

La vuelta a la rutina y la muerte de su reproductor mp3 han agotado sobremanera a El Caleño que ahora madruga al trabajo y regresa a casa a dormir. Todo se resume a eso, ahora. Un ida y vuelta en el MIO con un libro de Tom Wolfe en la maleta. Hace unas semanas JLS le regaló una bolsa de tabaco Look Out pero los papeles para liar sufrieron un pequeño accidente tras la lluvia caleña y una cerveza derramada. El problema, la falta de papel para liar, lo intentó resolver de manera artesanal usando papeles de otros cigarrillos. Su indecible falta de destreza manual redundó en cigarrillos delgados y escuálidos que lo obligaron a plantearse la posibilidad de comprar una pipa. La tarea fue difícil en un primer momento pero luego de unos días, encontró una pipa perfecta. Así es como el viernes El Caleño llegó feliz a casa con su nueva pipa de chonta e incive, puro Pacífico, para investigar un poco en Internet y comprender todos los trucos que existen para fumar con una pipa. No es sencillo, para nada, y El Caleño lo comprobó de la peor manera. La primera pipa que se fumó debe ser, lejos, lo peor que ha fumado en toda su vida. El sabor era horrible y se mareó como nunca antes, pero siguió las recomendaciones y se fumó hasta la última brizna de tabaco. Según los consejos expertos hay que “acostumbrar” a la pipa fumando tres veces, dejándola descansar 24 horas entre cada uso, con una carga de un tercio hasta que la pipa esté domada y se pueda disfrutar del verdadero sabor del tabaco. Desoyendo los consejos, como suele hacer, El Caleño intentó de nuevo unas doce horas después y, para su sorpresa, el sabor mejoró ostensiblemente por lo que puede suponer que la próxima vez será mucho mejor y, con el tiempo, encontrará una pipa, una carga de tabaco, perfecta.

miércoles, 2 de febrero de 2011

Sexto día

Todo suena. Se escucha la suela de los zapatos mientras camina por el puente de cemento, los pasos que da mientras baja, rápido, escalón tras escalón. El sonido, el estridente pitido y la puerta que se abre, resopla el aire acondicionado bufando desde arriba, un bus climatizado. Un nuevo pitido, 7.500 pesos de saldo, el eco metálico de la registradora y los pies que se arrastran hasta el duro asiento de pasta que resuena ahora bajo su peso. Viaja. Una voz indica la próxima parada, una y otra vez, vibran los asientos y su bus parece a punto de sufrir una falla mecánica. Lee entonces, esperando un fallo que nunca sucede pero que parece inminente, a su lado se sienta una mujer que habla muy rápido por su móvil. Habla y él escucha ahora el vibrar de las sillas, la voz de mujer, el bus que se queja de la transmisión, las blancas hojas de papel, página 390 "todo un hombre" de Tom Wolfe, próxima parada calle 70.