miércoles, 28 de enero de 2009

Veinticuatro y contando


¿Se puede estar enamorado por siempre? ¿Se puede querer a alguien sin que importe el tiempo, el discurrir de éste? ¿Se puede recuperar el tiempo perdido? ¿Sabe usted, acaso, para que nació?
The curious case of Benjamin Button, película del 2008 y nominada a trece premios Oscar de la Academia, intenta una aproximación, creo, a todas estas preguntas. Lo curioso de Benjamin es su nacimiento en lo que todos denominan “extrañas circunstancias” que no es otra cosa que ir al vesre. Lo que para él es la infancia para todos es la vejez, su vida entonces es un desandar el camino. Benjamin va, de esta forma, por la vida dejándose arrastrar por circunstancias tan extrañas como las de su nacimiento, va a Rusia, pelea en una guerra… también ama a una mujer desde que la conoce, y por siempre. La mira y es amor. Él no lo elige así y ella tampoco, sólo es. Él la ama, la espera, aguarda hasta que ella lo busca y se de cuenta de que también. Después son felices, por un tiempo. Luego se separan, pero se siguen amando.
Hay un diario, también unas postales para su hija en cada uno de sus cumpleaños y muchos ojalás en ella. Ojalá hubiera podido estar allí, ojala hubiera podido secar tus lagrimas, ojalá hubiera podido decir ‘te quiero’. ¿Cómo recuperar ese tiempo perdido?, ¿habrá alguna oportunidad? ¿El guionista de mi vida dejará que mi reloj marche en sentido contrario? Vivimos dejando pasar oportunidades y se nos define por las pocas que tomamos. Entonces eres la vez que preferiste escoger ese empleo en lugar de hacer lo que en realidad te gustaba. O eres la vez que te matriculaste en esa carrera universitaria a pesar de lo que todos te decían. También eres esa oportunidad donde te quedaste callado, a pesar de todo. Benjamin Button como esa metáfora de lo que todos quisiéramos tener, más tiempo. Más tiempo para esperar, más tiempo para seguir pidiendo lo mismo. Más tiempo.
Mi secuencia favorita de la película es la final, cuando la voz en off de Benjamin nos dice que hay gente que nació para sentarse junto a un río, que hay otras personas que nacieron para que les cayera un rayo o para ser artistas, o para nadar, o para hacer botones o, simplemente, para bailar. También hay gente que nació para amar, por siempre. Después el mar inunda una vieja bodega.
No es necesario que el tiempo empiece a correr hacia atrás. Soy el mismo imbécil de todos los días, voy a seguir callado.