martes, 19 de octubre de 2021

Recuerdo, como un viaje (séptimo día)

Recuerdo un viaje como recuerdo tantas cosas, como recuerdo el olor a zapatos nuevos o el sonido especial que hacen el plástico que protege a los libros recién comprados y a punto de ser leídos. Recuerdo un viaje a la orilla del mar, frente a un océano inmenso con olas que chocaban con rabia contra la arena. Se llamaba, aún existe así que se llama, Playa Brava y le hace honor. No es un chiste. Y este recuerdo, que vino a mí ocho años después, es recuerdo porque leyendo Zona de obras de Leila Guerriero, habla sobre viajes en VIAJAR, CONTAR, VIAJAR. En esa reflexión que viene después de la lectura, a veces muy corta y otras demasiado larga, me dije que nunca había escribo una crónica de viaje. Aplicando una versión muy libre de lo que es una crónica de viaje. Hace mucho me propusieron escribir una para una revista y no se concretó. Las ganas volvieron otra vez, en el viaje que recuerdo a esa playa brava que era mar calmado de día y tormentas eléctricas de noche, con horas de camino a través de la selva para llegar allá. Fue el primer viaje en serio con mi esposa, en la época en que éramos novios de lejos. y estaba en vacaciones. El primer impulso fue sacar libreta y anotar nombre, datos, VER para CONTAR. Después pensé que no, que en vacaciones no debía hacer eso que hago siempre, así que se quedó archivado y perdido. Entonces, tras el preámbulo este de varias líneas, digo que la próxima entrada va a tener mar, recorridos a lomo de burro y de caballo, trochas en medio del parque Tayrona y kaggabbas (indígenas kogui) riéndose de mí. 

viernes, 8 de octubre de 2021

Por mi culpa, como otras tantas cosas (sexto día)

Ante la ley hay un guardián. Así arranca Ante la ley, uno de mis cuentos favoritos de uno de mis escritores favoritos. Franz Kafka. El cuento, alegoría, relato se publicó solo y también hace parte de la única novela finalizada del autor checo, El proceso. El proceso es la historia de un culpable que no sabe de qué se lo acusa, ni quien lo acusa o lo juzga, pero asume su culpa y su castigo. Joseph K. Escribo esto pensando en cómo siento yo la culpa, qué es para mí. Ante todo un disclaimer. No creo que ser capaz de dar exactamente con lo que estoy buscando. Con la culpa como elemento y caso de estudio. Quizá la atisbe un poco, como mirándola a través de un vidrio empañado o confundiendo el cielo estrellado con su reflejo en un lago (esta última analogía la recordé mientras escribía la anterior y por eso la uso. Es de uno de los libros de The Witcher, dicha por Vilgefortz una y otra vez. Entonces, la culpa. Creo no tener mucho en mí el concepto judeocristiano de culpa y castigo divino. Soy creyente, así suene a estudiante de primaria, de que todas las personas deben tratar al otro como le gustaría que los trataran y, a su vez, hacer cualquier cosa que no implique causar daño a los demás. Imperativo categórico. Reflexionando sobre las última líneas, creo que lo que más me causa sentimiento de culpa es la inacción. El haber podido hacer y no haber hecho. El que tal sí, carcome. Las infinitas posibilidades que me planteaba la vida y decidir el camino en el que estoy ahora. Y siento culpa, pese a que soy feliz. Soy feliz en el camino y soy feliz acompañado de quien lo camino. Sin embargo, late bajo el piso la decisión no tomada, la carta no finalizada, el adiós. Resuena como un tambor en la lejanía, y la mayor parte del tiempo no lo escucho, pero ahí está y lo sé, me imagino el retumbar. Siento culpa por no ser más cercano a personas a las que aprecio, siento culpa por haber dejado ir personas a las que aprecio. Y es mi culpa. Evocar tanta culpa, tanto peso que pesa, no es agradable. Mucho de esto estaba guardado en un cajón sin llave, pero olvidado. Ahora vuelve y lo escucho. Afortunadamente mañana hay terapia.