miércoles, 29 de abril de 2009

Veinteavo día (otro pie de página)

290409

Te quiero mucho preciosa.

Silencio.

… gracias.

Nunca me he detenido a pensarlo mucho en realidad. Nunca pensé en que tal vez sí es necesario dar las gracias cuando alguien dice que te quiere. L lo hace, siempre, para ella es normal y yo lo he venido entendiendo poco a poco. Creo que tiene razón ya que todos damos por sentado que se nos quiere y cuando nos lo dicen, cuando nos lo repiten incesantemente, no nos damos cuenta de lo maravilloso que es, no nos damos cuenta del don que recibimos. Te quiero. Gracias. Agradecer por hacerte feliz, agradecer porque me escogiste a mí, a mí solamente. Dar las gracias aunque al final sea, y quede, sólo eso, una palabra, una frase corta, las ganas de besarla hasta quedar sin aliento. Gracias preciosa.

Ya van veinte post desde que arrancó esta suerte de “ejercicio” y con él he logrado, con mayor o menor pericia, formar una imagen vívida, aunque en ocasiones muy general, de mis días. Si bien al comienzo traté de ser preciso, el tiempo y la urgencia hacen que todo pierda rigor, entonces las palabras y los nombres se van deslizando casi automáticamente aunque siempre respetando el verdadero sentido, el espíritu, de lo que ocurre. De esta forma por estas páginas se han paseado mujeres y amigos que quiero mucho, como L o MC, también he hablado de N y la importancia que ella sigue teniendo en mi vida o de C a quien, me he dado cuenta, no conozco en lo absoluto.

Recapitulando un poco también noté que no he hablado de mi familia en este “diario” y, entonces, sería justo darles su parte en este caos. Soy muy afortunado en tenerlos, mis padres me han dado la libertad para hacer prácticamente todo lo que he querido y siempre han estado allí cuando lo he necesitado aunque, todos lo saben, no soy muy dado a mostrarme vulnerable. En eso, en la invulnerabilidad aparente, me parezco mucho a mi mamá, RB, ya que mi papá, OB, no teme mostrar sus sentimientos. En ese sentido ambos se complementan, nunca he visto llorar a mi mamá mientras que mi papá es un mar de lagrimas, en cierta forma y pensándolo detenidamente, parece que ambos están hechos para estar juntos. Eso me alegra, nadie debería envejecer solo. Mi hermana, AB, es una mezcla de ambos, se muestra fuerte como mi mamá pero es como una cáscara que se rompe fácilmente. Mi hermano menor, DB, es una versión extrovertida de mí. Nuestros gustos en ocasiones coinciden, aunque he dejado se moldee él solo.

Veinte entradas después, veinte días no sucesivos más tarde, me he dado cuenta también de que prefiero estos “pies de páginas”, este hablar sin ilación. Las entradas de El Caleño, se supone, deben ser un recuento más o menos preciso y en tercera persona de lo que son mis días mientras que en estos “pies” puedo escribir, como quien piensa en su cabeza, puedo seguir de largo y tomando curvas a toda velocidad. Prefiero hablar así, sobre todo últimamente cuando la inmovilidad es lo mío, cuando los días se suceden y la única diferencia es el número en el calendario. He dejado mucho por fuera, no hablé nunca de la velada de este sábado en casa de CL con todos los compañeros de trabajo. El tiempo que me demoré cocinando, las cervezas que después nos tomamos todos, PR, CL, LM, SO, GG y JU. Después dormir en un sillón hasta las nueve, para volver a casa y salir a trabajar a las tres. Pero son cosas que se olvidan, subjetividad es uno de mis nombres.

viernes, 24 de abril de 2009

Decimonoveno día

210409

Hace calor. Hace calor y las nubes cubren el cielo, presagiando una tormenta que sacaría a la ciudad del agobio de los treinta grados. Hace calor, la ciudad parece un horno, pero El Caleño lleva un paraguas. Por si las moscas, por si lo del cielo no es sólo una amenaza, por si cae un diluvio que se lleve todo. No pasa nada de eso y El Caleño está en el centro de la ciudad. Tiene que recoger unas películas que ha dejado encargadas con su vendedora de confianza pero antes, pasará un rato en la librería Atenas. La Atenas merece una mención aparte ya que la mitad de los libros de El Caleño proceden de sus anaqueles. En ella encontró un Rayuela de Cortázar, en edición original de la Editorial Sudamericana, un 11 de noviembre de 2003, justo el día en el que cumplía dos años de noviazgo con la mujer que más ha querido en su vida. Dos años con V, su Maga, y encontraba, sólo para él, la Biblia que la describía. También halló varios libros de Fresán, libros de cocina típica de la Pennsylvania holandesa y un libro para aprender a hablar en ruso. Además, en el sótano, había perdido un Océano Mar de Baricco a manos de MC que lo vio primero. Pero los buenos libros, los que le gustaban a él, se habían acabado y hace bastante tiempo ya que no revisaba esos viejos anaqueles. Esta vez quería comprar un libro para regalarle a CA por su cumpleaños, El Caleño llamó a MC para que le ayudara con un nombre pero al final se decidió por un libro de Solzhenitsin, también compró, para él, “Emboscada en Fort Bragg” de Tom Wolfe y “Paralelo 42” de John Dos Passos. Más tarde El Caleño pasó por las películas y, finalmente, probó suerte en el MIO.

Ha pasado bastante tiempo desde que se inauguró el sistema de transporte masivo de su ciudad pero El Caleño, viviendo lejos de cualquier estación, no había tenido la oportunidad de desplazarse en él. Recién ahora, en el momento de mayor demanda, justo a las seis El Caleño viajaba desde la estación de La Ermita hasta la estación del Estadio rumbo a Inercia para verse con unos amigos y celebrarle el cumpleaños a CA. MC, IP y PP habían comprado un tiramisú y MC intentó hacer un corazón con la cobertura de chocolate. Más tarde llegaron FR, MG, BV y CA, se repartieron los regalos, incluido Solzhenitsin, y partieron hacia donde el paisa. En el camino, son apenas dos cuadras en un barrio que se ha vuelto increíblemente peligroso, se encontraron con CP que había sido detenido por dos policías, al parecer estaba violando el pico y placa y los agentes deseaban sacar partido de esto, al final, y cinco mil pesos después, CP se libró de ellos. Después llegaron todos donde el paisa y se pasó rápido el tiempo, ni siquiera tuvo tiempo de pensar en ella, El Caleño, aunque a veces si, entre club y club, entonces la nostalgia, las ganas de estar solo con ella. Pensando en L las horas vuelan. Mas tarde se despiden, con la promesa de encontrase el sábado donde Libaniel por que PP se gradúa y hay que celebrarlo.

domingo, 19 de abril de 2009

Jesucristo me sonrió desde una tostada

Ahora un bonus track, una historia que se escribió en una tarde y que aún le faltan un par de reescrituras.


La primera vez que le vio, estaba untándole mantequilla a su pan. Vio como aparecía mientras él, religiosamente, preparaba su desayuno. A medida que pasaba una y otra vez el cuchillo lleno de mantequilla veía como se formaba su contorno, como iban apareciendo cabellos y barba. Cuando tostó el pan vino la revelación que casi lo obligó a caer de rodillas, lo que antes creyó apenas una invención suya, producto del insomnio de la noche pasada, ahora era una realidad tan sólida como una cruz de madera. Lo que antes había sido una perfecta tajada de pan, igual a otras docenas que aguardaban en el paquete, se había trasformado en un perfecto retrato de Jesús de Nazaret, llamado comúnmente Jesucristo. En el centro de la tostada, dorada ligeramente gracias a la mantequilla, se veían con bastante claridad la frente con una corona de espinas, la nariz aguileña y los ojos con esa mirada suplicante tan propia de los mártires.

No supo si desayunar ese día, a ese instinto de supervivencia que es comer le ganó otro más grande que es el de la contemplación. Cuando salió a trabajar dejó la tostada en el interior de un reciente plástico, para evitar a los ratones y otros animales. El resto del día para él fue sólo una espera. Mientras juntaba expediente tras expediente sobre su escritorio, mientras el calor iba haciendo humedecer su camisa poco a poco, pensaba que tal vez había sido escogido por alguien más sabio y grande que él. Alguien grande, quizá muy gordo o con muchos ojos y brazos. Sabía que en cada lugar la misma divinidad tenía diversas formas y sólo esperaba que su visión de un dios fuera más que una tostada de pan llena de mantequilla. Siguió perdido en sí mismo hasta que la pila de papeles que tenía al frente se hizo insoportable. Tomó su maleta y salió del gran edificio gris y funcional donde estaban ubicadas las oficinas de su empresa. El trayecto hasta su casa fue sólo un suspiro, mientras recorría la ciudad en un bus articulado azul con aire acondicionado, que convenientemente lo separaba del clima de su ciudad natal, pensaba en su Jesús, en construirle un altar apropiado para adorarlo.

Ya en su casa corrió hasta el Jesús de la tostada. En ella todo seguía igual, como si el tiempo se hubiese detenido en esa polaroid de miga, y Jesucristo le dedicaba sólo a él una sonrisa de 2.000 años de antigüedad, una sonrisa llena de lo que se supone deben estar llenos los labios de un hijo de Dios. El resto de la noche la pasó construyéndole a su tostada un altar apropiado, pensando en como los fieles se agolparían frente a su puerta, deseando dedicarle una oración precisa al rostro de su salvador. Toda la noche construyó el altar mientras sentía lastima por todos esos rostros de Jesús que solían aparecer en aceras sucias o en húmedas paredes, todos iguales, todos suplicantes, todos milagrosos alumbrados por las velas que, a su alrededor, van depositando los fieles en busca de algún favor. Rostros de Jesús dibujados por el capricho del agua o por aceite que gotea de un carro made in Japan, que son adorados lo mismo, porque en todos Jesús te mira de cerca con esos ojos que son dos gotas de agua, que son dos marcas de aceite quemado.

Semanas después cerró las puertas de su trabajo y abrió las de su casa. El altar terminado dejaba ver a la tostada en todo su esplendor. El rostro de su Jesús suplicante era como ese que vendían afuera los rebuscadores. Un Jesús que se señalaba el pecho y en el pecho un corazón en llamas. Desde donde miraba su Jesús, desde lo alto donde las luces de los múltiples velones casi no lo alcanzaban, la sonrisa, los ojos, la corona de espinas y la barba se resguardaban de los ojos pecadores.

Con el tiempo los ratones y otros animales fueron royendo los bordes de la tostada. En las mañanas, él caminaba hasta el altar y sacudía el polvo y los restos de migas que se desprendían de su tostada. Habían pasado algunos meses desde que Jesús mostrara su rostro y este, ahora, ya no estaba en muy buen estado. Lo que antes había sido su pelo estaba cubierto de una capa verde grisácea que no podía ser otra cosa que moho comiéndose la corona de espinas. Lo ojos, siempre tristes, se habían convertido en otra cosa. La sonrisa, que creyó dedicada sólo a él, ahora no era más que una mueca de asco. En pocas horas llegarían cientos de fieles, que ya se habían trasformado en un ingreso económico más o menos rentable; en unos meses estarían en Semana Santa y su casa había sido incluida en un sin numero de guías como patrimonio espiritual de su ciudad. Buscó en la cocina y encontró pan tajado del mismo tamaño y espesor que el que contenía, estático, al rostro de Jesús. No se lo pensó mucho, tomó a Jesús y lo arrojó a la basura, luego tostó otro pan y, como si nada, remplazó al hijo de Dios con un vulgar trozo de pan. No sintió pena o temor alguno, más bien una especie de satisfacción, la que se siente cuando se está labrando el propio destino. Mañana volvería a tostar pan con mantequilla, de pronto, con algo de suerte Jesús volvería a dar la cara, en caso contrario lo dibujaría él mismo.

Nadie tendría porque enterarse.

Decimoctavo día

180409

Ayer fue un día particularmente malo para El Caleño. Las cosas empezaron mal con un par de resultados futbolísticos que no le agradaron y se acabaron de ir al traste cuando L le dijo que era mejor que no se vieran ese día, para evitar que se hicieran daño. Últimamente L ha sido la única constante en la vida de El Caleño. La ha buscado y ha tratado de hacerla feliz, de ser parte de todo lo que ella es, pero L, aunque dice que lo quiere, sigue dejando las cosas de lado. No sería justo que El Caleño siguiera gritando las cosas al mundo antes de hablarlas con ella, que siguiera hablando solo como la ha venido haciendo. Primero tienen que hablar.

Se supone que cuando las cosas están mal sólo pueden empeorar y todo indicaba que el día caía por una humeante sima. La Juve juega frente al Inter en Turín y El Caleño tiene una apuesta con FV. Minuto sesenta y gol del Inter, inmediatamente FV se hace notar con un sms, poco tiempo después expulsan a un jugador de la Juve y todo se hace negro hasta que en el minuto 92, justo al instante después que El Caleño reconociera por sms la derrota, Grygera, uno de los laterales de la Juve, marca de cabeza para que todo quede igualado. Se salva el dinero de la apuesta y el honor de toda una ciudad, punto para El Caleño.

Más tarde habla con C y ella le dice un par de cosas reconfortantes, El Caleño le dice que uno de estos días, tal vez el miércoles, la visitará en su nueva casa y le llevará los regalos de cumpleaños que no le ha entregado. Después se ve una película de Steven Seagal, que en español han titulado “infierno bajo tierra” sin ser una peli de zombis, y la actuación lo ha alegrado un poco, ver al inexpresivo Seagal tratando, y logrando, conquistar a una mujer con sus modales de caballero sureño, peleando con todos sin despeinarse y sin recibir siquiera una herida. Al final Steven gana, se lleva a la chica y la justicia llega al mundo.

En la noche El Caleño busca su roca y N está allí, aunque se va de fiesta a la casa de una amiga. N, que lo conoce bien, le dice que vayan juntos, que ella sabe que sólo la busca cuando necesita hablar y que eso lo pueden hacer tomando cerveza. La reunión fue buena para El Caleño, a pesar de que la gran mayoría eran ingenieros industriales, y pudo ver y hablar con personas que no veía desde que era el novio de N. La noche se pasa rápido y regresan juntos a su casa. Cuando se acostaron siguieron hablando, El Caleño siguió hablando, hasta que ella posó delicadamente su mano en la boca de él y le dijo, le suplicó, que la dejara dormir.

PD: el de la foto es mi primo Connor Barrett, alejándose de la cámara.

domingo, 12 de abril de 2009

Decimoséptimo día (otro pie de página)

110409

Otro pie de página, otra vez la perversidad de la primera persona imponiendo sus reglas, otra vez haciendo de las suyas y de las mías. Otra vez el pecho que oprime y el corazón que no se quiere acostumbrar.

Resumen: yo El Caleño, El Mantra, este que escribe, me paso toda la semana tratando de ver a L que se ha ido con su familia al campo, a una finca. Es semana santa en el mundo y, en lugar de religión, por mi cabeza sólo gira un pensamiento, las ganas de sentir un beso húmedo de ella. Luego de días de negociaciones, de palabras intensas, hay una luz en el horizonte y L dice que, tal vez, puede volver antes de tiempo, que de pronto este viernes. Tal vez, en mí, la posibilidad de esa fecha causara reacciones adversas porque me enfermé, migraña y dolor muscular extendido, por lo que todo se fue al traste, una vez más. Pero fue mal de un día. Para el sábado estaba totalmente recuperado y, de nuevo, llamo a L para tratar de verla al fin pero no, no se puede porque ella regresa con la familia y entonces cuando por que yo el domingo trabajo y ella estudia entre semana…

Siempre me ha gustado esperar, así haya sido malo para mi, y vos lo sabés L. Cuando algo me gusta mucho tiendo a dejar pasar el tiempo, disfrutar la espera tanto como lo que se espera y entonces hay un concierto en dos meses pero desde ahora se hacen planes y contingencias. A veces me recrimino, y me recriminan, por que no todos tienen el reloj atrasado como yo, cuando llego tarde o cuando las cosas están listas mucho antes o tal vez después, pero la espera es clave para saber apreciar y colocar en perspectiva. Estoy seguro de que esta cualidad sólo la compartimos los mayores de setenta años y yo, afortunados nosotros en nuestra triste realidad. Le digo cualidad pero me ha traído muchos problemas, la relatividad de mi tiempo frente al normal discurrir del mismo.

He dejado pasar oportunidades, he llegado cuando otros ya se han ido, errores de cálculo que he sabido pagar caro. L lo sabe y me disculpé por eso. Aún lo siento mucho, todo el tiempo que dejé de estar con ella y eso es lo que oprime el pecho, mi pecho, es lo que no me deja ser el mismo de todos los días. Es un poco como le hacía decir el querido señor Watterson a Calvin en su tira, eso de que es una suerte encontrar una sola persona que te guste y que si tú le gustas a ella tienes muchísima mucha más suerte aún. Yo tuve esa suerte y dejé pasar el tiempo. Ahora busco que las cosas sean un poco diferentes. Como lo cantó Cerati te digo, a vos que te llamas como una canción de él, ey ey a merced, mi amor es real, me vuelvo a quedar a merced.

PD: Haciendo memoria, en un esfuerzo proustsiano no prusiano, me acuerdo de un dialogo en uno de mis libros favoritos, Océano Mar de Alessandro Baricco, donde una mujer que huye hace la pregunta correcta.

De vez en cuando me pregunto qué estamos esperando.

Silencio.

Que sea demasiado tarde, madame.

domingo, 5 de abril de 2009

Decimosexto día

030409

Al fin la vio, El Caleño, a L. Luego de tres meses al fin la vio y todo fue bueno. Fue una tarde de sol pero con mucho viento, el día enfriaba y en Chipichape no cabía una persona más.

Fue como nunca debió dejar de ser. No volvieron, aunque El Caleño la quiere mucho y se lo dijo mil veces al oído. No se besaron, aunque El Caleño recorrió su cuello y rostro con los labios. No se dijeron mucho, aunque El Caleño y L hablaron toda la tarde, aunque él le dijo lo mucho que le hace falta.

Después se fue, en la noche, y mientras caminaban, mientras El Caleño la veía caminar, sentía en el pecho que algo volvía a crecer. Espera volverla a ver.

viernes, 3 de abril de 2009

Decimoquinto día

020309

Hace pocos días, y luego de muchos intentos, al fin El Caleño logró verse Watchmen. Su falta de cultura no le había permitido leer la novela gráfica sino hasta después de que la película se estrenara en el cine. Siguiendo el orden lógico de toda adaptación, El Caleño decidió entonces leer los diez volumen escritos magistralmente por Alan Moore antes de poder siquiera pensar en verse la versión cinematográfica. Como ya lo había dicho antes El Caleño al hablar de lo créditos iniciales de Watchmen, los diez volúmenes lo golpearon como una silla arrojada desde el otro lado del bar, lo golpearon con la furia de mil Rorschachs y, bueno, no se podía imaginar como guionista alguno pretendía adaptar tal obra a la pantalla gigante, a la débil atención y precaria de una familia promedio. Como se dijo en un inicio El Caleño logró verse la película y lo sorprendieron un par de escenas, además de su fidelidad ante el original. También se sintió bien al haber leído primero la novela grafica antes de aventurarse a ver la película. Como lo ha venido repitiendo desde que empezó a escribir esto, El Caleño está maravillado aún con los créditos que se deslizan sobre esa canción de Dylan; o la muerte de El Comediante al ritmo del unforgettable Nat King Cole; le encantó esa parte que se inventaron donde el siquiatra que evalúa a Rorschach le entrega la mascara y este pregunta ¿ahora que ve doctor? mientras su “rostro” toma patrones indescifrables; se sorprendió al ver la manera en la que adaptaron el volumen cuatro, llamado en el cómic “el dueño del tiempo”, ese en el que cuentan la historia de Jon Osterman aka Dr. Manhattan y la manera en el que muestran como percibe el tiempo, miles de tiempos simultáneos, miles de momentos paseándose una y otra vez, uno sobre otro, sin que se pueda hacer nada para cambiarlos; o final donde dejan de lado a los extraterrestres para que la culpa recaiga en el doctor con nombre de isla. La película, de dos horas y media, se la vio con AB porque le había prometido que irían juntos a cine, aunque había pensado antes en ir con LH, por lo de la tesis y todo, pero ella le había cancelado por motivos de último momento. En fin.

Ahora El Caleño espera, nuevamente, el momento para ver a L. El día anterior la había llamado y habían quedado de verse el viernes. Ahora la volvía a llamar porque no sabía a que hora se iban a ver. A las cuatro, donde siempre, y ella asentía desde donde estaba, diciendo “ajam” a todo, diciéndole a El Caleño que si no llega puntual se va a ir y no le va importar nada. No hay problema, él va a llegar temprano y la va a esperar el tiempo que sea necesario. No le gusta mucho esperar, a El Caleño, no le gusta, y por eso prefiere llegar siempre tarde. Prefiere disculparse a pedir explicaciones. La va esperar a L, a su canción de Cerati, y no va a importar que llegue tarde, no le va a pedir explicaciones. La va a ver llegar y sentarse a su lado diciendo hola muy despacio, entrecerrando sus labios y mirándolo apenas. El Caleño no va a saber que decir, la va mirar y la verá hermosa, como siempre. Después hablarán de mil cosas, contaran lo que ha sido de sus vidas en estos tres meses sin verse y El Caleño dará muchos rodeos tratando de escoger las frases precisas para el momento preciso.

Ahora.