domingo, 12 de abril de 2009

Decimoséptimo día (otro pie de página)

110409

Otro pie de página, otra vez la perversidad de la primera persona imponiendo sus reglas, otra vez haciendo de las suyas y de las mías. Otra vez el pecho que oprime y el corazón que no se quiere acostumbrar.

Resumen: yo El Caleño, El Mantra, este que escribe, me paso toda la semana tratando de ver a L que se ha ido con su familia al campo, a una finca. Es semana santa en el mundo y, en lugar de religión, por mi cabeza sólo gira un pensamiento, las ganas de sentir un beso húmedo de ella. Luego de días de negociaciones, de palabras intensas, hay una luz en el horizonte y L dice que, tal vez, puede volver antes de tiempo, que de pronto este viernes. Tal vez, en mí, la posibilidad de esa fecha causara reacciones adversas porque me enfermé, migraña y dolor muscular extendido, por lo que todo se fue al traste, una vez más. Pero fue mal de un día. Para el sábado estaba totalmente recuperado y, de nuevo, llamo a L para tratar de verla al fin pero no, no se puede porque ella regresa con la familia y entonces cuando por que yo el domingo trabajo y ella estudia entre semana…

Siempre me ha gustado esperar, así haya sido malo para mi, y vos lo sabés L. Cuando algo me gusta mucho tiendo a dejar pasar el tiempo, disfrutar la espera tanto como lo que se espera y entonces hay un concierto en dos meses pero desde ahora se hacen planes y contingencias. A veces me recrimino, y me recriminan, por que no todos tienen el reloj atrasado como yo, cuando llego tarde o cuando las cosas están listas mucho antes o tal vez después, pero la espera es clave para saber apreciar y colocar en perspectiva. Estoy seguro de que esta cualidad sólo la compartimos los mayores de setenta años y yo, afortunados nosotros en nuestra triste realidad. Le digo cualidad pero me ha traído muchos problemas, la relatividad de mi tiempo frente al normal discurrir del mismo.

He dejado pasar oportunidades, he llegado cuando otros ya se han ido, errores de cálculo que he sabido pagar caro. L lo sabe y me disculpé por eso. Aún lo siento mucho, todo el tiempo que dejé de estar con ella y eso es lo que oprime el pecho, mi pecho, es lo que no me deja ser el mismo de todos los días. Es un poco como le hacía decir el querido señor Watterson a Calvin en su tira, eso de que es una suerte encontrar una sola persona que te guste y que si tú le gustas a ella tienes muchísima mucha más suerte aún. Yo tuve esa suerte y dejé pasar el tiempo. Ahora busco que las cosas sean un poco diferentes. Como lo cantó Cerati te digo, a vos que te llamas como una canción de él, ey ey a merced, mi amor es real, me vuelvo a quedar a merced.

PD: Haciendo memoria, en un esfuerzo proustsiano no prusiano, me acuerdo de un dialogo en uno de mis libros favoritos, Océano Mar de Alessandro Baricco, donde una mujer que huye hace la pregunta correcta.

De vez en cuando me pregunto qué estamos esperando.

Silencio.

Que sea demasiado tarde, madame.

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