lunes, 16 de marzo de 2009

Décimo día

140309
Calor, horrible y pegajoso calor. Sudan las paredes ese día en Cali, Calicaliente, Cali que es horno cada vez que quiere. El Caleño lo sufre porque es poco dado al calor, a veces piensa que estaría mejor en otro lado, sin dejar de ser El Caleño pero durmiendo en un sitio más frío que se puede llamar Bogotá o Montevideo. Suda, El Caleño, no puede dormir y se levanta tarde. En la mañana el clima se hace más tolerable y El Caleño no hace mucho, ve un par de partidos, ve como el Liverpool destruye al Manchester United y eso lo alegra un poco. La inmovilidad hace parte integral de él ese día. A pesar de eso decide, luego de dos meses, lavarse las dreads que ya que supone que va a tener tiempo para peinarse.
En la tarde N lo llama y le dice que se vea un rato, que tiene ganas de que le cocinen. El Caleño, que siempre se deja arrastrar, llega a casa de N y le pregunta que si quiere comer lo que más le gusta. Al final terminan comiendo eso, crêpes con helado, crema y salsa de fresas, acompañadas de malteada de oreo. Rico todo, mientras comen se ven una película. Soy leyenda, con Will Smith, donde la raza humana está aparentemente al borde de la extinción y Smith recorre las calles de New York junto a su perra buscando a hipotéticos sobrevivientes. No es una cinta que El Caleño vería en cine pero se divierte un poco, sobre todo cuando Smith le canta a su perra mientras la baña “three little birds” de Bob Marley. Después se queda más tempo, con N que le dice cosas importantes. Dice que se va a ir a vivir a España en unos meses, cuando se gradúe. Que está cansada de todo y que siente que le hace falta algo muy grande en su vida. El Caleño le dice que si en Cali no lo puede encontrar y ella le contesta que si, que ya había encontrado una parte de lo que buscaba pero que la había perdido y no podía recuperarla ya. Ahora El Caleño la abraza y piensa en todo lo que la quiso, en todo lo que la quiere, en todo lo que no va a ser nunca más entre ellos. No es melancolía, ni tristeza lo que siente ahora El Caleño, es alegría por saber que N tiene, ahora, una certeza. Luego ven televisión y se acuestan a dormir, temprano y juntos. La mira a los ojos hasta que ella le tapa la cara y se voltea. Él, El Caleño, la besa en la espalada y se pregunta, de nuevo, que pasó entre ellos, se pregunta y se responde, ya conoce la respuesta.

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