domingo, 6 de diciembre de 2009

Get old

"Nadie se daba cuenta de que, al ahorrar tiempo, en realidad ahorraba otra cosa. Nadie quería darse cuenta de que su vida se volvía cada vez más pobre, más monótona y más fría. Los que lo sentían con claridad eran los niños, pues para ellos nadie tenía tiempo. Pero el tiempo es vida, y la vida reside en el corazón. Y cuanto más ahorraba de esto la gente, menos tenía.” “Momo” de Michael Ende.

Pocas cosas que decir ante esto. Es triste que a veces olvidemos la obviedad que reside en todo esto, y que nos signifique tan poco. A 24 días de mi vigésimoquinto cumpleaños miro hacia atrás y no voy muy lejos, miro este año y me doy cuenta que tratando de ahorrar todo ese tiempo del que habla Michael Ende, en realidad lo he desperdiciado todo, absolutamente. No sé porque no escuché a C, o no la quise escuchar que es casi lo mismo, cuando me decía que autoimponerse plazos, marcar una fecha en el calendario y esperar que algo suceda, es una estupidez de bíblicas proporciones. Y pasó el tiempo, como no, siempre pasa, y dejé que todo desapareciera en una vacía inmovilidad, en ese mutismo de siempre, sin darme cuenta que no sólo el cuerpo envejece sino que los sentimientos también marchitan. Ahora no hay tiempo y todo es empezar, mirar adelante con ojos nuevos, dejar esa tristeza de lado, esa desolación. A pesar del paso del tiempo que marca la frente, sentir de nuevo con total claridad, como un espejo, antes que todo acabe.



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