martes, 8 de diciembre de 2009

Trigésimo segundo día

Todo es empezar decían. Todo es regresar digo, sobretodo con este seudónimo que tan acertadamente me define. Regresar, volver, repetirme. Extrañar. Seguir queriendo. Hace unos meses terminé con esto de contar los días, de numerarlos y explicarlos, pero como ya lo dije en mí todo es un regresar, todo es como esa autopista 61 que el buen Bob solía visitar. En la tarde, mientras el ensordecedor sonido de una cocina viniéndose abajo era paisaje en su casa, El Caleño, tendido en el piso frío y polvoroso sumido en la tercera persona de este relato, (ya ha derrotado el Madrid al Marsella, ya ha sido humillada su Juventus ante el Bayern), escucha ahora música mientras lee con gusto y dedicación Madame Bovary (cortesía de CA). La luz entra suave por la ventana y en el aire levitan motas de polvo, son poco más de las cinco y hasta hace unos minutos llovía. Ahora es luz y un muy buen libro, es Juana Molina en sus oídos, cigarrillos a su alcance junto a un zippo cargado, café enfriándose en la nevera y una pequeña gata de cinco meses y medio mordisqueándole los brazos, a veces el pelo. Un día perfecto, un instante perfecto, sentir que vale la pena después de todo. En la noche, ya con más calma luego de escribir por horas, releer un poco el blog, volver sobre este diario. Es bastante bueno ese ejercicio, ese volver atrás, darse cuenta de los errores, de las estupideces que se dijeron, de los vacíos en el texto, de las escenas suprimidas u omitidas, de las ganas enormes de decir te quiero como no te imaginás, del nudo en la garganta. Relee, El Caleño, y todo se hace confuso. Regresa, como queriendo cambiar algo, un día más se dice El Caleño, un día más no le hará daño.



No hay comentarios: