
Nuevamente un bonus track, esta vez a petición de mi muy querida MC quien se acordó de un cuento escrito para la clase de escritura III en la U y con Hernán Toro. Un cuento de finales de 2003 que pretendía, torpemente, ser un homenaje a un libro que empezaba a importar mucho.
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¿Encontraría a la Maga? Horacio medio perdido en el tiempo, Buenos Aires, Montevideo,
Between midnight and dawn, baby we may ever have to part,
But there’s one thing about it, baby, please remember I’ve always been you heart.
A ritmo de Jazz y de insultos son las tres de la mañana. Su maga busca una cuchara y trata de darle un jarabe a su bebé. Rocamadour, bebé muerto. Rocamadour. Muerto mientras hablaban a su lado. Rocamadour y la carta en el espejo. Horacio dio un giro en el marco de la ventana, con una mano sostenía el mate recién cebado y con la otra sujetaba el borde de ésta. Observó sus pies colgados en el vacío y se vio tan cerca del cielo que cerró los ojos ante la posibilidad de quedar ciego por la luz divina. ¿Dónde estaría la Maga? París, Montevideo, Perugia o aquí, en Buenos Aires, durmiendo aún con Travaler. Abrió de nuevo los ojos y vio a la Maga hablándole en glíglico, preguntándole si la guntiaba y que si plinearía por ella, pero no, ahora era Talita que le hablaba en lengua ispamerikana leyendo las notisias del periódiko y dando egenplos de ombres de pensamiento y aksión, de moral i de kultura. Horacio se estremeció. Un escalofrío punzante provocado por el calor recorrió su cuerpo. Dio un último sorbo al mate y lo lanzó apuntando a la rayuela de abajo. Notó como el agua arrastraba suavemente la masa de verde yerba a través de la casilla 5. El estruendo había sido un poco fuerte. Horacio se dedicó a contemplar las verdes nubes que se dirigían hacia el cielo. Estuvo otro rato en esa posición y decidió volver a entrar a su pieza. Dio media vuelta y se apoyó en el borde de un asiento que se encontraba cercano a él. Bajó de la ventana y ya en la penumbra de su cuarto vio a
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Y si regresáramos a París - dijo Horacio tratando de no parecer muy ansioso ante la respuesta - podríamos volver a empezar, formar otro club.
La Maga lo miraba fijamente, clavando sus ojos en los de él, recorriendo su iris con la mirada como viajando sin dirección.
Sí Maga, todo sería perfecto, podríamos perdernos para encontrarnos, recorrer las ferias, mirar los peces (550 fr. Pièce) y hasta aprender juntos.
La Maga se dejaba bombardear por afirmaciones sin respuesta, mirando fijamente a Horacio, desplazándose sutilmente por las casillas de la rayuela. Horacio trató de sentirla. Avanzó un poco temeroso de perderla de nuevo, cerrando los ojos para tratar de oler y escuchar lo que no podía ver. Estiró totalmente su brazo esperando sentir su boca húmeda en la punta de los dedos. La esperanza de tenerla otra vez hacía que Horacio experimentara toda suerte de sensaciones y fragancias olvidadas ya en cuartos de hotel y habitaciones sucias.
Horacio por fin la ordopedó, entre arguténdidas gasas se apeltronaron en uno solo, en un solo clemiso. Tropezaban, ulicordiaban y tordulaban amalándose una y otra vez, haciendo de su día noche y de su ortelunio una incopelusa inextricable.
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