domingo, 30 de agosto de 2009

De un hilo

En pocos días algo que aprecio mucho se va a romper e incluso es probable que se caiga en la calle y lo pierda, para siempre. No me preocupa, no quiero que se rompa pero no me preocupa. Hace ocho años una mujer que pensé iba a estar conmigo para siempre me regaló una simple manilla hecha con hilos de tres colores, de esas patrióticas que venden en terminales terrestres y aéreas. Tres años después ella moría en un día de mayo y yo, lejos de ella y de todo, moría también un poco. Ahora, cinco años después de eso la delgada manilla pende de un hilo, de un hilo rojo para ser más exacto. Primero desapareció el azul, después el amarillo se hizo cada vez más escaso hasta que ahora el rojo está a punto ceder. Es difícil verla desaparecer, que V ahora sea sólo un recuerdo o una manilla deshaciéndose y es tal vez por eso que no me preocupo. No me preocupo porque ese desapego último, ese hilo que se rompe es un click necesario y un buen comienzo. Alguien a quien quiero mucho me dijo hace poco que era un cobarde y que me escondía detrás de plazos, de letras y de excusas. Es verdad, y es verdad también eso otro que me dijo y que me remite a todo esto que estoy diciendo, al hilo a punto de romperse y la necesidad de dejar ir. Esta manilla es un recuerdo constante, un lazo que ata y ahora que se rompe, que no se resistiría el más mínimo tirón, no me preocupo porque sé que es un obligatorio paso hacia el frente. El paso que debí dar cinco años atrás, el paso que quiero dar todos los días. No más puntos suspensivos.

1 comentario:

Laura G. dijo...

Sigues esperando?