miércoles, 2 de septiembre de 2009

721

Otro rostro. Más máscaras. Pensar en un juego, como si las máscaras fueran algo parecido a esas muñecas rusas que esconden dentro de sí a otra muñeca más pequeña, y luego una más pequeña que esa y después otra y más abajo otra hasta que todo se hace tan pequeño, que no nos podemos imaginar que en el fondo es probable que hayan aún más. Así las cosas las máscaras se agolpan y multiplican sobre los rostros y es un esfuerzo inútil tratar de arrancarlas porque siempre abajo habrá otra lista para remplazarla. El horror de darse cuenta que no nos serían suficientes todos los espejos del mundo para ver reflejado de verdad un único rostro cansado.

No hay comentarios: