domingo, 27 de septiembre de 2009

Página en blanco

El mal de la página en blanco, el mal que ataca a todos los que pretenden e intentan poner algo por escrito, ataca de nuevo. Esta “enfermedad”, cuyos síntomas van desde la “obtusidad” absoluta al transfuguismo literario, ha sido la responsable de casi toda la basura que inunda las librerías, a excepción tal vez de los libros de superación personal y autoayuda ya que, claro está, sus autores usan el mismo formato de siempre, un formato que ya saben ganador y completamente seguro. Otros escriben sobre el mal, escriben sobre la formas es que este los toma y la página en blanco se hace inmensa ante sus ojos. No importa si es una hoja de papel a la que se le puede dar simplemente la vuelta o si es un cursor titilando mientras nuestros rostros se iluminan con el fluorescente resplandor de una pantalla de computador. Empezamos a escribir y no se tarda mucho en comprender que, si, nos estamos repitiendo y autoplagiándonos, que esta línea y frase que se antojaba tan nueva y precisa ya estaba, que ya había encontrado su lugar justo en otro texto. Por ejemplo, por mi ejemplo, hoy iba escribir sobre el viaje a Pance de ayer y como pocas cosas son mejores que hacer algo que esperabas hace mucho, como flotar boca arriba en un río casi transparente y sol bien arriba, sobre todos; o ese beso de esa niña hermosa, así después uno mismo se encargue de destruir todo. Hablar también, pero cómo si la página en blanco, de esta noche de sábado de Playstation y fútbol en casa de GG, sentir los pulgares estallar como si estuviera en el colegio pero entonces otro clásico contra SO y, si, la tercera es la vencida. Regresar a casa y encontrar cerca a N, encontrarla y saber que muy pronto se va a ir muy lejos, encontrarla y darme cuenta que, a pesar de todo, sería más feliz si encontrara a otra consonante, a otra inicial de nombre corto. Sólo unas pocas letras escritas a lápiz en una enorme hoja de color morado.

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