lunes, 29 de junio de 2009

Tralala

Últimamente he descubierto el placer de hablar solo. En realidad no sé si efectivamente es un placer, pero se siente bien. A veces hay que ejercitar un poco el músculo y decir en voz alta cosas que generalmente sólo pensamos. Todavía no he intentado hacerlo en la calle, creo que no estoy preparado para parecer loco ante todo el mundo, aunque las dreads ayudan un poco y… C en una ocasión me dijo que le gustaba hablar sola, tal vez por eso me dieron ganas de intentarlo y el experimento terminó mejor de lo que pensé. También he descubierto que me gusta hablar cuando veo películas. Eso debería avergonzarme pero, de nuevo, únicamente lo hago cuando estoy solo. Antes pensaba que era cosas de viejo o de tías eso de decirle cosas a la pantalla, gritarle indicaciones al personaje o hacer patente la indignación profiriendo un par de insultos, pero me he dado cuenta de que es bastante divertido. Las personas deberían hacerlo más, aunque no en los cines donde dicha costumbre es más que molesta y no está para nada recomendada. Este fin de semana me vi un par de películas con N, Full Metal Jacket y Leaving Las Vegas, y nos divertimos bastante diciéndole a Nicolas Cage lo que tenía que hacer. N se divirtió mucho, verla sonreír es algo que me hubiese gustado hacer por siempre. Después dormimos, siempre se tienen buenos sueños cuando se ha reído antes de acostarse.

El sábado también descubrí otro placer, aunque la palabra más apropiada para esto sería talvez redescubrir. Mi mamá cumplió años hace poco y en mi casa aún abundan los globos. De alguna forma uno de los grandes globos amarillos llegó a mis manos para que yo me dedicara a jugar con él. Sé que suena estupido pero es muy probable que en ese tipo de placeres fáciles resida la felicidad. En cosas sencillas y especiales que puede ser acostarse en el pasto de cara al sol, sobarle la cabeza a una perrita llamada Lola o rebotar contra la pared una bomba de color amarillo, hasta que todo deje de tener sentido. Nada más.


PD: Es curioso pero los militares y lo políticos hondureños aprovecharon que el mundo estaba consternado por la muerte de Maiquel y le dieron un golpe de Estado al hasta hace poco presidente Zelaya. Fue tan efectiva la medida de distracción que es probable que los propios residentes de Tegucigalpa no dejaran siquiera de lamentarse por la muerte del rey del pop mientras ensayaban todos en grupo la coreografía de Thriller. Paz en la tumba de la democracia.



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