martes, 23 de junio de 2009

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Otro rostro. Más máscaras. Caras normales, de todos los días, mascaras para toda ocasión. Máscaras para escribir, para ir al trabajo, para saludar a un vecino o al jefe o un vigilante, para decir te quiero. Todo es como un juego de feria, ese de donde está la bolita y que acá sería más bien donde está la carita, debajo de que máscara está la carita. Ahora está, ahora ya no, suben las apuestas, señor señora uste’ que dice, donde está la cara donde está la carita. Se levanta una máscara y no hay nada, vacío, se levanta otra y tampoco. La gente sospecha un timo, las manos se mueven rápido cambiando la cara de lugar y ahora esta máscara, ahora esta otra. Manos rápidas ojos cansados, más vale confiarse en la intuición, tomarlos distraídos, mirar a los ojos y sonreír al darse cuenta que todas las máscaras son una y debajo de ellas no hay ningún rostro. La triste realidad de darse cuenta que los rostros y las máscaras terminarán siempre por fusionarse.

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