domingo, 25 de abril de 2010

Doceavo día (pie de página)

La última vez que esta especie de diario se paseó por aquí, estaba lleno de pies de página. Servían para imponer la tiranía de la primera persona, para en lugar de señalar de lejos mirar de frente, para aventurar explicaciones y pedir excusas. Pies de páginas que, como en un libro de Baudrillard o Bourdieu, remiten a otras partes, a otros mundos. Así entonces, entonces así, decir que a veces el día amanece nublado pero sin posibilidad de lluvia y de esta forma es esquiva la felicidad radiante de un cielo azul o del bebop frenético de gotas tocando un techo. En días así, grises y sin definirse es que se abre paso, campante, como si estuviera en su casa y nos ofreciera té y galletas, café y pandebono, esa nostalgia de gris del cincuenta por ciento. Y a mí siempre me llega de repente, de golpe, como un dique que acumula suficiente agua hasta que se rompe. Ya dije aquí que se extrañan las películas en la noche con N, las conversaciones en la oscuridad mientras ella se iba quedando dormida lentamente, las mañanas iguales. También se extraña el café de los jueves con MC, que ahora toma tinto en Bogotá, y también allí tantas cosas que decir, tantas veces que fue como un cable a tierra con su forma tan natural de regañarme, de hacerme entender las cosas. Nostalgia de L, de abrazarla y dejar que el tiempo pase así, en una banquita, fumándonos un cigarrillo. Recuerdos que abruman por días, a veces, que se van disipando después pero que no se olvidan, que vuelven cíclicos y constantes, reclamando su justo lugar, el día gris que deja ver el cielo azul de pronto o que de repente es todo gotas y lluvia. Todo de golpe.

1 comentario:

n.n dijo...

extraño escucharte, cuando no dejabas de hablar. ^__^