jueves, 20 de enero de 2011

Tercer día

Una de las cosas que más le gustan a El Caleño cuando, en la noche, regresa a casa de trabajar es encontrar a la ciudad vacía. Cali en la noche es diferente. El calor de todo el día desaparece, la gente desaparece y los carros también. La falta de tráfico nocturno se ha trasformado en una influencia negativa para El Caleño que ya no cree en los semáforos en rojo ni en la señales de pare. No es que la gente se sienta en la obligación, en el deber patriótico, de infringir la Ley pero parar en un semáforo en la noche de esta ciudad a veces no es tan buena idea. Claro, peligros hay afuera y en el interior del taxi. Es difícil confiar en un taxista debido a varios antecedentes, pero las opciones son pocas cuando se carece de vehículo propio y el Mío deja de funcionar después de las diez. En su ya memorizado trayecto El Caleño regresa del norte para pasar, luego de girar por la calle 44, por la carrera octava frente a la Base Aérea. En la noche los militares cierran cuatro de los seis carriles de la calle y a El Caleño le gusta mirar como los carriles, vacíos de carros, se llenan de personas. Equipos de cinco esperando en los andenes, mientras un balón rueda en la noche de Cali y el perfecto escenario para una partido de fútbol. Todos los días.

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