lunes, 24 de enero de 2011

Cuarto día

Empieza una semana sabática, en realidad cinco días hábiles sabáticos. Lunes a viernes, crearse una rutina. Ante el tiempo libre que lo aguarda, el tiempo libre que empezó hoy, El Caleño lo malgasta dando vueltas mientras en la página en blanco titila un cursor negro. Tiene cosas que hacer El Caleño, necesita que todas sus obligaciones, las cosas que tiene que escribir, queden bien distribuidas en estos cinco días hábiles, ahora casi cuatro. El sábado tiene un reencuentro con compañeros del colegio, Santa Librada promoción 2002, y el domingo vuelve a trabajar, la rutina de siempre.

Por ahora, en medio de su tiempo libre, El Caleño trata de aprender a enrollar cigarrillos. Logró un par mal hechos con el buen tabaco que el “sobrino”, JLS desde ahora, le regaló el sábado pasado. A El Caleño siempre le ha gustado el trabajo artesanal, el hacer las cosas él mismo, aunque liar cigarrillos es algo totalmente nuevo y la lluvia de esa madrugada dañó un poco los papelillos de enrollar. Ahora se le hace un poco más fácil, tiene algo de experiencia y, además, siempre será más sencillo liar un cigarrillo sobre un escritorio que en una noche lluviosa, aunque éste nos sea más necesario estando bajo la lluvia, una especie de felicidad. Tipos de felicidad, clases de felicidad. La discusión de esa noche de sábado y cada uno intenta expresarlo de la forma en que mejor lo siente, aunque se forman bandos y BV junto a JLS se oponen un poco a lo que piensan JL y El Caleño, más tarde CA también estará de acuerdo con ellos. La subjetividad de la felicidad, cacofonía y todo no deja de ser la única realidad. Como una vez leyó El Caleño, dos personas no pueden ver el mismo arcoíris, la refracción o reflexión de la luz en la gotas de lluvia o en las partículas de agua flotando en la atmósfera es la responsable de este efecto óptico de difícil explicación, por lo que esta particularidad se adapta, a su parecer, a la idea de felicidad. Por eso una canción olvidada que de pronto suena en su mp3; el gol de la victoria en el último minuto (en el Fifa, en una cancha, en la vida); un café y un cigarrillo, juntos como debe ser; una cometa que se eleva sola en el calor de un día de agosto; una banca en un parque esperando que anochezca; un mensaje de texto, un mail, una llamada a las dos de la mañana cuando ya no se espera nada más, nunca más, de ella; una terraza cubierta de barro a las tres y media de la madrugada en la lluvia de Cali, un portátil bajo un paraguas, cinco cigarrillos y cinco tragos de tequila (uno para cada uno). La certeza de saber que la felicidad no es una sola aunque talvez esa música que suena desde un portátil con paraguas, aunque talvez esos cigarrillos húmedos, aunque tal vez ese estar bajo la lluvia. Sin más explicaciones.

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