domingo, 20 de julio de 2008

Smile more

¿Sabes como conseguí esta cicatriz? Veras, cuando era joven trabajaba en un MacDonalds. Mi jefe siempre me decía que debía recibir a los clientes con una sonrisa, que tenía que tratarlos bien para que regresaran, para que disfrutaran su estadía. No era capaz, así que un día él entró a la cocina y me puso en el rostro el cuchillo con el que trozaba las cebollas. Me dijo “sonríe más”, después cortó.
The Joker, no lo dijo pero lo pudo pensar.


A veces es difícil decir que el verdadero protagonista de una película es el antagonista. Y no es raro, porque el mal es más divertido que el bien, tiene más matices. Franz Kafka una vez escribió que el mal era el firmamento estrellado del bien. Rodrigo Fresán, otro de mis preferidos, dijo que el Bien es infinitamente aburrido comparado con el Mal. Sólo hay una forma de ser buenos pero cada uno es malo a su manera. El mal aunque incorrecto atrae, el bien, bueno, el bien sigue las reglas.
El viernes vi el estreno de la nueva película de Batman, The Dark Knight, dirigida por Christopher Nolan, el mismo de Memento, y donde se nos muestra a uno de los mejores villanos de toda la historia. En esta película The Joker, interpretado por el desaparecido Heath Ledger, es gran y exclusivo protagonista. Esta entrega del hombre murciélago está basada en la novela grafica de Frank Miller, que ya nos regaló 300 y Sin City, quien vuelve a seducirnos con sus sentencias baratas y poderosas, del calibre de “this is Sparta”, con un moralismo que en ocasiones hostiga (como en el monologo del comisionado Gordon al final de la película). La magia de Miller no está en hacerle decir a los buenos cosas buenas, es en mostrar a los villanos como seres únicos con base a su comportamiento y diálogos. Así entonces tenemos la mejor secuencia de la película, en ella está Harvey Dent recuperándose de las quemaduras que le ha dejado una explosión que por poco lo mata pero que le ha quemado la mitad del rostro cuando The Joker, disfrazado de enfermera, ingresa a su cuarto. Antes ha prometido que hará explotar uno de los hospitales de Gotham, pero ahora viste una peluca roja y un uniforme rosado. Al verlo Harvey Two Faces enloquece, intenta matarlo pero The Joker lo detiene con uno de los mejores diálogos de toda la película. Le dice que no tiene nada que ver con lo que le pasó a su novia, que él no hace planes. “Sólo soy como un perro al que le han soltado la cadena y va tras un carro. Cuando lo alcanzo no sé que hacer con él.” Después le da un arma y se apunta a sí mismo en la frente, le dice que él es el caos, take a walk on the wild side podría preguntarle y lo trasforma. De ser el héroe de Gotham pasa a ser uno más de su villanos. Enloquecido Two Faces intenta acabar con todos los que tuvieron que ver con la muerte de su prometida, incluso Batman, el murciélago que durante toda la película se ve opacado por The Joker.
La única cosa que verdaderamente lamento es que no pueda haber una secuela con este genial The Joker, la muerte de Heath Ledger nos deja sin una actuación magistral y es un poco como con Lee en el Cuervo, la película de los 90 por excelencia, hubo una continuación pero el personaje no volvió a ser el mismo. Paz en la tumba de The Joker, smile more Ledger.


Una última acotación sacada de “La Velocidad de las Cosas”. Los héroes –no demoré en descubrirlo- luchan contra el Mal porque no pueden vivir sin él. Por eso en las historietas, los verdaderos villanos nunca son del todo aniquilados por el héroe. Se les ofrece una salida –el artilugio de un cuadrito que funciona como puerta trampa, escotilla, túnel o bomba de humo- para que pueda volver, para que la aventura continúe. El Mal tiene una constancia y una disciplina a las que el Bien sólo puede combatir una y otra vez con el más respetuoso de los asombros. De este modo, el Bien puede vencer una y otra vez; pero el inconmensurable triunfo del Mal reside en su permanencia, en sus ganas de seguir. Por eso, al Mal no le interesa el espejismo de una victoria temporal; por lo contrario, su verdadero triunfo reside en que nunca se le puede vencer del todo. Sí, el Mal es mejor deportista que el Bien: al Mal no le interesa ganar, al Mal le interesa competir.


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