viernes, 14 de septiembre de 2007

De Baricco en OCÉANO MAR

Inmenso el Baricco de Océano Mar, inmenso el Baricco de City, Inmenso el de Seda, Inmenso el de Novecento. Inmensísimo el que lee City con música de Air de fondo, como un susurro mientras camino a casa pensando en todo lo feliz que se puede ser cuando te regalan una sonrisa apenas justa. Inmenso, todo, inmenso y feliz, sonrisa, una posada, Almayer, suspirar…

Pág. 32

“No sé. Las cosas más extrañas. Pero no es miedo, no es exactamente miedo… es un poco distinto… el miedo viene desde afuera, yo esto lo he entendido, tú estás allí y el miedo te llega encima, estás tú y está él… es así… está él y yo también estoy, y en cambio lo que me pasa a mí es que de improviso yo ya no estoy, está sólo él… que sin embargo no es miedo… no sé qué es, ¿lo sabe usted?”


Pág. 138 – 139

No hay balsa, no hay hombres, no hay palabras, no hay sentimientos, ni gestos, nada. Sólo hay mar. Todas las cosas se han vuelto mar. Nosotros abandonados por la tierra nos hemos vuelto el vientre del mar, y el vientre del mar es nosotros, y en nosotros respira y vive. Yo lo miro mientras baila en su manto reluciente para la alegría de sus propios ojos invisibles y finalmente sé que esta no es la derrota de ningún hombre, ya que solo es el triunfo del mar, todo esto, y la gloria suya, y entonces, entonces HOSANNA, HOSANNA, HOSANNA A ÉL, océano mar, poderoso sobre todo poder y maravilloso sobre toda maravilla, HOSANNA Y GLORIA A ÉL, dueño y siervo, víctima y verdugo, HOSANNA, la tierra se inclina a su paso y lame con labios perfumados el borde de su manto, él, SANTO, SANTO, SANTO, regazo de cada recién nacido, vientre de cada muerte, HOSANNA Y GLORIA A ÉL, señor del tiempo y dueño de las noches, el único y el solo, HOSANNA porque suyo es el horizonte y vertiginoso su regazo, profundo e insondable, y GLORIA, GLORIA, GLORIA en las alturas porque no hay cielo que no se refleje y no se pierda en ÉL, y no hay tierra que no se rinda a ÉL, ÉL, invencible, ÉL, esposo predilecto de la luna y padre afectuoso de las gentiles mareas, ante ÉL se inclinen los hombres todos y levanten el canto de HOSANNA Y DE GLORIA porque él está dentro de ellos, y en ellos crece, y ellos viven y mueren en ÉL, y ÉL es para ellos el secreto y la meta y la verdad y la condenación y la salvación y el camino único hacia la eternidad, y así es, y así seguirá siendo, hasta el fin de los días, que será el fin del mar, si el mar tendrá fin, ÉL, el Santo, el Único y el Solo, el Mar Océano, para ÉL HOSANNA y GLORIA hasta el fin de los siglos. AMÉN.
Amén.

Pág. 175

¿Cómo se hace? Cómo se lo dices, a una mujer así, lo que tienes que decirle, con sus manos sobre tu cuerpo y su piel, la piel, no se le puede hablar de muerte a justamente a ella, como se lo dices a una jovencita así, lo que ella sabe y que sin embargo tendrá que escuchar, las palabras, una tras otra, que aunque las sepa las tiene que escuchar, tarde o temprano alguien tiene que decirlas y tú escucharlas, ella, escucharlas, aquella jovencita que dice

- Tienes unos ojos que nunca te he visto.

Y luego

- Si solamente tú lo quisieras, podrías salvarte.

Cómo se lo dices, a una mujer así, que tu quisieras salvarte, y más aún quisieras salvarla a ella contigo, y no hacer otra cosa que salvarla, y salvarte, toda una vida, pero no se puede, cada uno tiene que hacer su viaje y en los brazos de una mujer uno no termina por andar caminos torcidos, que ni siquiera tú entiendes mucho, y en el momento justo no lo puedes contar, no tienes las palabras para hacerlo, palabras que convengan, allí, entre aquellos besos y sobre la piel, palabras justas, no existen, aunque las busques en lo que eres y en lo que has oído, no las encuentras, siempre tienen una música equivocada, es la música que les falta, allí, entre aquellos besos y sobre la piel, es una cuestión de música.


Pág. 183 – 184

-¿Sabe una cosa? Yo habría dicho que los admirantes estaban en el mar…

-Yo también habría dicho que los curas estaban en las iglesias.

-Oh, bueno, usted sabe, Dios esta en todas partes…

-El mar también, Padre. El mar también.


Pág. 200

Es una locura pensar

que usted estaba escuchando

ese día

realmente

escuchándome

a mí.

Uno reza

para no quedarse solo

uno reza

para engañar la espera,

ni siquiera se sueña que

Dios

a Dios

le guste escuchar






No hay comentarios: