miércoles, 29 de diciembre de 2010

Más de lo que podría esperar

Se acaba este año, esta década, y muchas cosas quedan. Las mejores cosas de mi vida han sucedido en estos últimos diez años. Todo lo importante. Lo malo, lo peor, es que todo lo que es bueno tiende a acabar y este año 2010 ha sido, lejos, uno de los peores para mí. No es que la calamidad se haya ensañado conmigo, es un poco lo contrario. Este ha sido un año totalmente gris, como si alguien hubiese presionado el botón de pausa en este videojuego. Un año que dejó poco, nunca encontré lo que buscaba y si lo encontré, alguien podría argumentarlo, no fue más que un espejismo, hermosa e intangible. En este año un viaje largamente planeado se frustró en el último momento, dejándome en la mitad de la nada. A veces eso de quemar las naves simplemente no resulta, uno se queda a la deriva, esperando un milagro mientras trata que todo se encauce, que todo vuelva un poco a la normalidad mientras se sonríe como en un día soleado en la playa, siempre es mejor una sonrisa, cuando por dentro todo es como en el fondo del mar. Ahora, mañana, tendré oficialmente 26 años y siempre vi esta cifra como una barrera. El limite. La edad adulta, en mayúsculas y subrayado. Cuando niño creía que tener veintiséis años era ser grande y que, como grande, los sueños que tenía se iban a cumplir. A minutos de llegar a ese punto de no retorno le digo a ese niño que fui algún día que, aunque me duela, casi he olvidado lo que significa soñar.

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