jueves, 6 de mayo de 2010

Decimoquinto día

Pocas cosas más terribles hay en el mundo, casi al nivel de un gol en contra en el último minuto de una final de Copa Libertadores o UCL, que un reproductor mp3/iPod desconfigurado. Música cuidadosamente escogida y agregada cuidadosa y laboriosamente durante meses, engrosando listas de reproducción al alcance de un dedo ágil, que desaparece en un instante. Pues ahora a El Caleño le toca soportar ese instante cruel e injusto en el que de vez en cuando se encuentran todos, mala fortuna. El día empezó bien para él, y eso tal vez fue una premonición que no supo descifrar, e incluso creyó, El Caleño, encontrar algo de tiempo libre para escribir algo en este blog. Se había mirado a sí mismo, El Caleño, y en algún lugar de su alma un sentimiento de culpa afloró, entonces tal vez escribir sobre lo rutinario y monótono que ha sido todo durante los últimos días, o quizá la conversación con MC. Tal vez decir que los atardeceres de su ciudad ahora tiñen el día de amarillo, como si se viera a través de las gafas grandes que usan los sheriffs gringos en las películas, como una lámpara cubierta de papelillo amarillo iluminara la penumbra de algún cuarto, o decir también que una ciudad caliente como esta ha encontrado su tono adecuado, cualquier cosa.

Decir que ahora El Caleño camina por un centro comercial del norte de su ciudad mientras habla con MC, que está en medio de un aguacero capitalino, y el día es amarillo, ya se dijo, como en una película gringa y tonta y de verano. Era todo un poco así hasta que su mp3 cae al piso y parte de su memoria, la del mp3, se borra y aquí lo tienen, a El Caleño, escogiendo de nuevo su música favorita, tratando de no repetirse, buscando variedad, soundtrack de viaje, sonidos para su ascensor. Presionar play al fin.

1 comentario:

n.n dijo...

¡Digital Love! ^__^