viernes, 16 de marzo de 2012

Vigésimo segundo día

El tiempo pasa así, sin dar espera ni aviso. La última vez que escribió aquí era otro. Estaba feliz. Era diciembre, se acababa el año y El Caleño era feliz. Nada más efímero. Ha pasado un tiempo y es como si no hubiera despertado, como si no avanzara. Sentando al lado del camino. Avanzó, El Caleño, por un rato, tomado de una mano y luego de otra que, creyó, no lo iba a soltar. Se equivocó, la mano era pequeña. Hermosa, suave y pequeña. Una caricia que no estaba reservada para él. La dejó ir y ahora, como siempre le pasa, sigue esperando. Esperando manos conocidas que lo sostengan por un momento, sabiendo que sólo será por un rato pero sin embargo engañándose.
El primer paso para avanzar es volver al camino. El segundo es caminar, aunque tropiece con las rocas. El tercero es no dejar de intentar, nunca.

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