martes, 15 de marzo de 2011

Décimo día

Tres semanas después, tres semanas de “vacaciones” más tarde, El Caleño regresa a su feudo y escribe mientras piensa porqué se ausentó tanto tiempo. Había pensado en escribir antes, claro, pero le ganaba esa manía tan suya de serpiente mordiéndose la cola y entonces un jueves no podía escribir, tenía que ser el martes, como el último día en que publicó.

En tres semanas pasan muchas cosas. Cumplen años personas importantes, se juegan muchos partidos de fútbol, se cambia de rutina en el trabajo. El Pacífico se derrama sobre una isla y Godzilla se regocija destruyendo una central nuclear. Cosas que pasan cada año, cosas que pasan siempre y cosas que no debería pasar nunca, aunque lo inevitable arrastre a ello.

Había pensado escribir mucho, llenar todos los vacíos de estas tres semanas de silencio y terminar tan cansado que se vería obligado a tomar una siesta que durara, porque no, tres semanas. Ahora ve a Gene Kelly bailar bajo la lluvia y recuerda que hace poco también él, El Caleño, sintió ese deseo irrefrenable. Caminaba como todos los días a la Biblioteca Departamental y en Cali llovía esa lluvia intrascendente que lo obliga a mantener el paraguas bajo el brazo hasta que todo sea aguacero. Una cuadra antes de la biblioteca cortaban el pasto en una zona verde con guadañas y mientras podaban el rocío que se había depositado sobre las hojas se pulverizaba. El Caleño caminaba entonces bajo la lluvia liviana, con su paraguas bajo el brazo y la calle quinta a su lado mientras el aire olía paseo a campo, a sol de mediodía, a ganas de salir corriendo y tirarse de cabeza al río, chapotear en él hasta que un policía de mirada amenazante acabara con cualquier clase de diversión.

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