domingo, 22 de febrero de 2009

Prologo al primer día

Hace un tiempo, un par de años a decir verdad, mientras leía por primera vez uno de mis libros favoritos encontré un reto que decidí hacer. En el libro “la velocidad de las cosas” del inmenso escritor Rodrigo Fresán, se hablaba de un profesor que les pedía a sus alumnos escribir un diario y que se registrara todo cuanto se hiciera en un día. Lo decía un poco así. “Otro de mis escritores favoritos –un adicto al alcohol y a la epifanía al frente de las clases sinuosas en las que cada vez fuimos quedando menos porque no hay nada más terrible para un aprendiz de escritor que ser testigo de la debacle de un escritor magistral- nos había propuesto un sistema de estudio de desarrollo tan caprichoso como finalmente lírico. 1. Lo primero que nos pidió fue que escribiésemos un diario que abarcase por lo menos una semana. Allí deberían aparecer registradas todas nuestras experiencias. Sentimientos, sueños, orgasmos, ajustadas descripciones de la ropa holgada que vestimos y los colores de las botellas que vaciábamos. 2. El segundo paso consistía en escribir un cuento en el que siete personas o paisajes que aparentemente no tuvieran nada que ver entre sí aparecieran profundamente relacionados. 3. El tercer paso –y ésta era su asignatura favorita- era redactar una carta de amor como si se la estuviera escribiendo desde un edificio en llamas. «Este ejercicio nunca falla», aseguraba con lágrimas en los ojos.”

Después me di cuenta que todo era verdad, que el adicto al alcohol y las epifanías tenía un nombre y que, en efecto, sus clases se centraban en eso. John Cheever pidiéndoles a todos y envuelto en la penumbra del alcohol, en clase, que registraran todos y cada uno de sus momentos.

Ahora, este es un nuevo ensayo, tomas elegidas de un metraje inconcluso, recuerdos selectos al mejor estilo del Reader Digest, ganas de entenderme. Take two.


Prepostal

20-21-22 02 08

Buscando un estilo busca en su archivo y encuentra el ejercicio de escritura que había hacho hace ya tantos años. Se preguntó, de nuevo, si llamarse el colombiano estaría bien, si decirse El Mantra no sería un exceso, si seguir escribiendo en tercera persona buscando refugio en su distancia. Lo pensaría un poco, dijo, mientras cerraba el libro que últimamente viajaba con él a todas partes. Lo pensaría un poco pero acabaría, como siempre, volviendo a lo clásico. Entonces una pequeña desviación, localizada, más regional y especifica. El Caleño decidió empezar a escribir, pensando en que tal vez ubicarse en el mapa podría ayudar a entenderlo.

200208. Lo último que pensó El Caleño antes de acostarse a dormir fue en mandarle un mensaje a C ya que cumplía años. Luego de darle algunas vueltas y de pensar en lo molesto que puede ser un mensaje de texto a medianoche cuando no es de la persona correcta se acordó que ya no tenía saldo en su celular. Ese día, al levantarse en la mañana para ir a trabajar El Caleño se tomó su tiempo, como siempre y salió de su casa una hora más tarde. En el camino cargó su celular y, tiempo después, llegó a su oficina. Tarde. Inmediatamente recibió un llamado de su jefe y una lista interminable de tareas, de entrevistas por hacer, de “labor periodística”. El Caleño, resignado y abnegado como siempre, llamó primero a C. ¡Feliz cumpleaños! le dijo desde lejos esperando poder verla más tarde, aunque El Caleño hubiera dejado su regalo en casa intencionalmente. Después, trabajar y poco más que decir, comprar unas cosas en Falabella, terminar el informe de último momento. En la tarde sale el arco iris pero El Caleño no lo ve. En la noche le dicen que hay parche y todos terminan donde siempre, donde más les gusta estar. En Las Fuentes las cosas son como siempre han sido, mucha gente en la calle, muchos rostros conocidos, mucha música. A celebrar el cumpleaños de C han ido MG, PP, MC, CA, HB y su novia de quien no conozco el nombre, CP y unos amigos de él, luego llega JL y su primo. La noche se pasa rápida, cae una lluvia deliciosa, y El Caleño no tiene tiempo de hablar con C, aunque después se dicen un par de cosas y ella se va. Tras leer esto El Caleño se da cuenta que la precisión realmente no ha sido lo suyo pero no le importa porque por algo esta es una prepostal, un borrador, un que tal que si, un día que sólo es importante porque ella estaba allí.

210208. El Caleño, enguayabado aún gracias a la salida del día anterior, se revuelca entre sus sabanas. Son las doce del día y se dedica a ver televisión. Todo el día, se ve Big Fish y se da cuenta que es una película hermosa. Sencilla y simple, se parece a una versión del Quijote. El padre que es un poco como don Quijote y su hijo es una especie de Sancho. La realidad y la imaginación se enfrentan y no es una pelea limpia. Al final, como en el libro, el hijo termina contándole al padre la historia de su muerte, como a la vista de todas las personas que ha conocido se trasforma en un gran pez que se aleja nadando en medio de aplausos. Después El Caleño se ve el partido de la Juventus y que su equipo gane por dos a cero lo hace muy feliz. Más tarde sigue viendo televisión y ojea un par de libros que tiene sobre el escritorio. Enciende su PC y escucha a Juana Molina. Le manda un sms a C y le dice que ahora Juana Molina le gusta mucho más que antes. Lo que no le dice es que Juana es en este momento mucho más importante porque es de las pocas cosas que comparten.

Después se duerme y no sueña.

220208. Se despierta tarde, El Caleño, escucha el programa de Diana Uribe en Caracol y luego enciende el PC. Copia un par de cosas a su USB, entre ellas unas fotos que piensa mandar por mail a su tía que vive al otro lado del mundo y unos fragmentos de textos que piensa enviar a varios amigos. Escucha, de nuevo, a Juana Molina y se decide por fin empezar a escribir este “diario” para darle un poco de vida al blog que ya bastante descuidado se encuentra. Es la una de la tarde y El Caleño tiene que bañarse para salir a trabajar. Cuando sale el día está hermoso, como para viajar a bañarse en el Pance o como para un paseo en bicicleta en Dapa. Piensa en leer un poco pero la ciudad está bella como pocas veces, entonces… leerla como pocas veces. Luego llega al trabajo y las cosas están como siempre. En la noche entregan los Oscares y quiere que Benjamin Button se gane el de mejor película, aunque no cree, aunque a C no le haya gustado.

1 comentario:

Irene dijo...

Hola! No habia visto antes tu blog, pero me gusto mucho, te sigo leyendo. Saludos!