viernes, 19 de septiembre de 2008

When Ursula really meet Aristobulo


Hoy será un día realmente importante. En poco tiempo me veré con L y le diré, una vez más, que quiero mirarla a los ojos por siempre, que sólo sentirla cerca hace que lo demás importe poco. Es difícil, podérselo decir, difícil. Basta una llamada, un “no puedo hoy” o un mensaje de texto cuando falta muy poco para verla. Me duele mucho pero lo merezco. Ojalá hace seis meses hubiera sentido lo que siento ahora, lo que me oprime el pecho. Todo sería distinto, tal vez estaríamos sonriendo juntos o quizá hubiéramos dejado de hablarnos. Pero habría pasado, cualquier cosa y la incertidumbre no sería la única cosa segura en estos momentos.

Hace bastante L me contó la historia de una niña llamada Ursula. Ella, Ursula, había conocido a un tal Aristobulo que, en resumidas cuentas, era un bueno para nada y no paraba de hablar. Ursula, hermosa como siempre, no dejaba de hacer cosas maravillosas por Aristobulo que, a su vez, no entendía la importancia que ella iba tomando en su vida. De un momento a otro Ursula, gracias a lo talentosa que era, se ganó una beca para estudiar en el extranjero y, sin muchas ceremonias, se despidió de Aristobulo. El pobre atormentado, sabiendo que había perdido lo único bueno en su vida, quiso acabar con su vida y, al no encontrar un método lo suficientemente doloroso optó por seguir una carrera en el Gobierno, siendo consejero adjunto en el Ministerio del interior.

No sé tampoco si este es el final de la historia. L nunca me lo dijo. No puedo saber si este Aristobulo burocratizado trabajará en el Gobierno por siempre, o hasta el fin de este mandato presidencial, o si Ursula regresará hasta él y con un suave y tierno beso lo volverá a la vida. Hay que esperar, tal vez hoy conozca la moraleja de esta historia. Podría ser el final de una historia que nunca será o el inicio de un cuento de hadas. En todo caso será algo.



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