lunes, 13 de septiembre de 2021

Verdades, como mentiras (quinto día)

He pensado mucho en el origen de esta congoja. De esta tristeza que parece que tiene un millón de años, y más. Una falta de quietud que me tiene inmóvil aunque sí, ya voy a terapia. ¿Qué pasa? Leo a Leila Guerriero en Zona de Obras y descubro un quizá, un tal vez. Habla Leila, grandísima como siempre Leila,  sobre el periodista Mark Kramer y cómo este narra el cáncer que padece, como cuenta sobre una intervención que le realizan. Un periodista que ha sido cientos de veces periodista narrando el cáncer en otros, pero sin jugarse el pellejo. Leo y me siento un poco reflejado. Entre abril y mayo hubo una movilización social en Colombia. Un estallido social. Como periodista, en el pasado, estuve muchas veces en mitad de enfrentamientos y frente a tragedias. Me manché de sangre los zapatos y tuve que ver lagrimas nuevas de hijos descubriéndose huérfanos, de padres ahora sin hijos, de parejas. Narré el horror, con mayor o menor destreza, pero siempre le pasaba al otro y esa era una barrera mental que levantaba y desde la que escribía. Le pasaba a otro y en la noche llegaba a casa a jugar en mi PlayStation, a pensar en el próximo tema, en la próxima tragedia que cubra una página o un poco más. Esta vez, con la movilización social en el Colombia, me sentí en el medio. Con toda la información disponible de mi antiguo trabajo, pero inmerso ahora en otra lógica. En una labor social con una comunidad vulnerable, ahora mucho más. Y por fin, creo, sentí el peso de todos esos años de forzada indiferencia. El peso de toda esa tragedia que no era mía y que ahora tampoco, aunque quizá. La tragedia ajena no es ajena. Así estoy, pese a que la movilización social cesó y las personas siguen vidas similares a las que tenían antes. La vida sigue, conmigo o sin mí.  Conmigo, sin mí. 

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