miércoles, 2 de julio de 2025

Vista desde un escritorio

Como ahora he decidido volver a escribir, gracias a la experiencia primero positiva (y después no tanto) con Sally Rooney, voy a seguir escribiendo. De las cosas que me gustan, de las cosas que se me ocurren. De las cosas que quiero contar y no sé a quién, aunque se las puedo contar siempre a mi esposa que me escucha así a veces no me entienda del todo porque todos somos raros y quizá nos falta contexto. Así entonces, así las cosas, escribo sobre el libro que leí luego de leer Dónde estás, mundo bello. Agrego enlace a la reseña/crítica que subí a Goodreads y agrego enlace a mi perfil también, por lo que ahora, luego de revisarlo, me doy cuenta que el libro que leí después del de Rooney fue Con el corazón en la mano de Aterciopelados. Como hace tanto tiempo que no escribo acá, no me acuerdo cómo hacer notas al pie, que es el lugar que merece ese documento... en fin. Tantas líneas y aún no he entrado en el tema que me convoca hoy. Para que exista una clara diferencia entre lo que vengo diciendo y lo que voy a decir, acudo al punto aparte.

Vista desde una acera de Fernando Molano Vargas fue una de mis lecturas de junio. Diría que la mejor, aunque compartió mes con Maniac de Benjamín Labatut. Me gustó leer a Molano Vargas en junio porque es el mes del orgullo y quien más orgulloso de ser, de vivir y de sentir que quien fuera Molano Vargas. Una novela hermosa sobre el amor de dos hombres, sobre la vida de dos hombres, sobre cómo crecen, cómo se encuentran, cómo conocen lo que será su fin. Novela que arranca casi por el final, por la noticia triste del VIH y que sigue con infancias en Armenia y Bogotá. Con romances de padre y madre, con hermanos y hermanas. En su reseña, a la que le di cinco estrellas, dije esto:

Que libro tan bello. Que libro tan triste. Que libro tan esperanzador. Que amor más grande. Ojalá todo el mundo conociera a Molano, ojalá todo el mundo leyera a Fernando.

Como me pasó con Rooney, con Molano también terminé con ganas de decir algo. Luego de citarme a mí mismo sin pudor y con descaro, como un adolescente, le pido a cualquiera que lea esto que luego lea a Molano (si no lo conoce) o que lo relea (si lo conoce ya). Que tratemos de amar cada día a quienes podamos, para que ayudemos a llenar el vacío que dejó el amor inmenso entre Adrián y Fernando.

lunes, 2 de junio de 2025

Es 2025, es junio, es dos. Es lunes. Es Dónde estás, mundo bello

Hoy me terminé de leer Dónde estás, mundo bello de Sally Rooney. Fue tal el choque que saqué una libreta para anotar mis impresiones, que abrí blogger para escribir esto que escribo y que usted, o usted, lee. Lo que escribí en la libreta hace unas horas quizá difiere un montón de lo que escribo acá.
Quizá sí es más profundo, como un mail intercambiado entre Alice Eileen. y lo que me llevó a escribir en la libreta fue algo que llevaba en el pecho y la cabeza desde que empecé a leerla hace una semana, es decir más o menos en 2025, en mayo, el 24. Y era algo que no me podía sacar de la cabeza y que me afectaba de alguna u otra forma.
Me afectaba como si me pasara a mí directamente. Algo que había leído en una de las páginas, un correo de Alice Eileen después de su viaje a Roma, y que yo pensaba, que había pensado y aún pienso, pero que nunca lo había puesto en palabras. Que no lo había dicho, que no lo he dicho y no se lo he contado ni siquiera a mi esposa. Dicho así suena gigante, pero no. Es más que mi personalidad no es dada a compartir cosas privadas, un poco emocionalmente cerrado como lo es Simon en el libro, y me cuesta un montón expresar profundidades propias.
Es así entonces como le daba vueltas. Como me caía mal Alice por parecerse a mí y por ser una manipuladora y por querer hacerse daño involucrándose con alguien a quien conoce de un par de días; y como me caía mal Felix por hacer cosas que yo ya no podía hacer, por conocer a alguien increíble como yo había conocido antes y la emoción de esa novedad, de descubrir a una persona nueva, y me caía mal porque pensaba que le iba a hacer mucho daño a ella, a Alice, y que la trata mal y es cruel pero al final no importa porque él termina siendo el más sensato. Y me cae mal Simon por estar enamorado tanto tiempo, porque yo lo estuve antes y en la misma libreta donde escribí eso otro está escrito algo que escribí para esa persona en un momento en el que solo sabía que la quería más que a nada. Y me cae mal Eileen porque no decide nada sobre su vida. 
Al final de cuentas Dónde estás, mundo bello pasa, transcurre, mientras en el mundo ocurre uno u otro genocidio, mientras la gente se mata como se ha matado desde antes de empezar a caminar erguidos pero que, mientras todo eso pasa, la gente sigue relacionándose y siendo amigas, hablando quizá la una junto a la otra, o por telegrama, o por código morse o por teléfono, por WhatsApp y, como no, por correo electrónico. Y el mundo sigue siendo bello mientras las dos amigas se escriben por correo pero no se cuentan nada y reaccionan solo a unas cosas específicas que se cuentan y a otras no. Mientras no ocurre nada, porque a veces la vida es así y no pasa nada en un par de meses, tenemos alguna crisis y al final barremos los vidrios rotos de una copa que se estrelló contra el piso de la cocina. Esto, que no es una reseña, sí es unas ganas de escribir otra vez. Creo que eso me lo deja Rooney al final. Unas ganas de decir. De contar cosas, de hacer el amor y de decir te quiero mucho, porque es verdad y porque te quiero mucho ARCC, unas ganas de abrirme, aunque no tanto y tal vez con acompañamiento psicológico, no vaya a ser que al final haga más daño que bien. 
Al final, me quedo con el capítulo 23, p. 225, como el amor más grande expresado en todo el libro y con una escritura de un estilo maravilloso. 
Al final, otra vez al final, resumo un poco. Las dos terceras partes iniciales fueron muy buenas y el último tercio cayó en lo cursi rápidamente. ¿A Rooney le gustaban demasiado sus dos amigas protagonistas y debían terminar sonriendo el libro? 
Al final, última vez al final, todo sale bien por motivos (because of reasons). Felix no era todo lo malo que parecía, Alice lo quería usar para ser miserable y volver a escribir pero no, lo opuestos se atraen y las clases sociales opuestas un poco, también. Simon cumple su sueño y Eileen también, juntos. La vida sigue, fluye. Las lenguas se olvidan y se crean otras para expresar lo mismo. 
Eso, acá sigo. Más detalles, adelante. 

sábado, 31 de diciembre de 2022

Lo mejor del 2022

 

Siguiendo con esta tradición, variándola tan sólo un poco pero manteniendo la esencia, dejando escurrir los “greatest hits” versión 2022, escribo lo que, al parecer, fue lo mejor de mi año, aunque esta vez sólo he incluido lo que más me ha gustado “emocionalmente” dejando por fuera trabajos y obligaciones. Injusta e insensata como todas las listas, dejándome llevar por la tiranía del último momento que nubla hechos relevantes ocurridos durante los primeros meses de este dos mil veintidós. Hoy, un día después de mi cumpleaños y cuando falta sólo un día para que el año termine, regreso en este empeño copiando descaradamente formulas que ya había usado en el pasado, que ya habían resultado en el pasado. En fin, aquí están, estos son…

El formato que usaba antes me gustaba, era simple. Era una lista, como la de compras, como la de cosas por hacer en el año que no hacemos y nos reencontramos a mitad de año y decidimos que no, que ya es muy tarde y que quizá, con suerte, el próximo año sí.  

1. Todo el año tuve ganas de escribir acá. Que lo haga el ultimo día solo es una declaración de intenciones. Quizá el nuevo año venga con más publicaciones en este blog largamente olvidado, tal vez no. El tiempo, como ya lo ha hecho en el pasado, lo dirá mejor que yo. 

2. En la versión de 2010 uno de los puntos a destacar fue 'mantener las dreads'... pues adivina qué, yo de hace doce años, siguen igual de fuertes solo que una década y dos años más largas.

3. La vida de a dos. Seguir amando, diferente pero igual.  

4. Mi trabajo. Es curioso que en una lista de lo mejor del año clasifique la esfera laboral. Lo primero que uno puede pensar de la persona que arma la lista es que sus prioridades van de 8 a.m. a 6 p.m., que su vida gira en torno a marcar una tarjeta. No en mi caso o, al menos, eso creo. En mi caso digo que sí, mi trabajo fue gratificante y lleno de descubrimientos. Agradezco la oportunidad de seguir aprendiendo y tener tantas maestras y maestros dispuestos a enseñar. 

5. Volver a la universidad. Sí, ha sido de lo mejor. Se siente muy diferente porque ya no es la única responsabilidad, porque ya la vida no gira con esa órbita central. Espero que para lo mejor de 2023 tenga la oportunidad de decir, graduarme otra vez de la universidad. 

6. Los reencuentros de cumpleaños. La tradición prepandémica que paró por la pandemia se retomó con la pospandemia. Ver amigos que siguen siendo amigos después de más de veinte años. 

7. Las amistades nuevas.

8. Después del cumpleaños, un día después de cumplir años, vuelvo a decir: sentirse tan querido. A veces, la mayoría del tiempo, puedo pensar que no lo merezco y que tanto afecto de dónde y para qué. Pero existe, es grande y llena. Es como un café después del almuerzo, todo lo que está bien. 

Menciones especiales (no es lo mejor que salió este año, pero sí son cosas que consumí este año)

Película del año: Pues no fue la mejor, y terrible que empiece diciéndolo así, pero fue muy situacional. Jujutsu Kaisen 0 en sala de cine.

Canción del año: Todas las de Billie Holiday, la banda sonora de mis días.

Libros del año: Iba a poner uno solo, pero mejor dos. El primero creo que lo leí en 2021, pero pues si no lo resalté ese año lo resalto ahora. Kintsugi de María José Navia. El otro lo estoy leyendo recién y es Exhalación de Ted Chiang. 

Juego del año: Disco Elysium. No sé cuando voy a volver a jugar algo similar, ni siquiera pido algo mejor. Algo parecido, que me llene tanto tanto. 

Ahora que miro arriba veo que, convenientemente, faltan cosas quizá más importantes pero en fin, la memoria es selectiva, sólo elige lo que le es grato. En todo caso, feliz año a los que lean esto y un feliz cumpleaños a mí mismo, aunque atrasado, un año más me hago la solemne promesa de seguir siendo feliz ahora y siempre. Ahora y siempre. 

martes, 19 de octubre de 2021

Recuerdo, como un viaje (séptimo día)

Recuerdo un viaje como recuerdo tantas cosas, como recuerdo el olor a zapatos nuevos o el sonido especial que hacen el plástico que protege a los libros recién comprados y a punto de ser leídos. Recuerdo un viaje a la orilla del mar, frente a un océano inmenso con olas que chocaban con rabia contra la arena. Se llamaba, aún existe así que se llama, Playa Brava y le hace honor. No es un chiste. Y este recuerdo, que vino a mí ocho años después, es recuerdo porque leyendo Zona de obras de Leila Guerriero, habla sobre viajes en VIAJAR, CONTAR, VIAJAR. En esa reflexión que viene después de la lectura, a veces muy corta y otras demasiado larga, me dije que nunca había escribo una crónica de viaje. Aplicando una versión muy libre de lo que es una crónica de viaje. Hace mucho me propusieron escribir una para una revista y no se concretó. Las ganas volvieron otra vez, en el viaje que recuerdo a esa playa brava que era mar calmado de día y tormentas eléctricas de noche, con horas de camino a través de la selva para llegar allá. Fue el primer viaje en serio con mi esposa, en la época en que éramos novios de lejos. y estaba en vacaciones. El primer impulso fue sacar libreta y anotar nombre, datos, VER para CONTAR. Después pensé que no, que en vacaciones no debía hacer eso que hago siempre, así que se quedó archivado y perdido. Entonces, tras el preámbulo este de varias líneas, digo que la próxima entrada va a tener mar, recorridos a lomo de burro y de caballo, trochas en medio del parque Tayrona y kaggabbas (indígenas kogui) riéndose de mí. 

viernes, 8 de octubre de 2021

Por mi culpa, como otras tantas cosas (sexto día)

Ante la ley hay un guardián. Así arranca Ante la ley, uno de mis cuentos favoritos de uno de mis escritores favoritos. Franz Kafka. El cuento, alegoría, relato se publicó solo y también hace parte de la única novela finalizada del autor checo, El proceso. El proceso es la historia de un culpable que no sabe de qué se lo acusa, ni quien lo acusa o lo juzga, pero asume su culpa y su castigo. Joseph K. Escribo esto pensando en cómo siento yo la culpa, qué es para mí. Ante todo un disclaimer. No creo que ser capaz de dar exactamente con lo que estoy buscando. Con la culpa como elemento y caso de estudio. Quizá la atisbe un poco, como mirándola a través de un vidrio empañado o confundiendo el cielo estrellado con su reflejo en un lago (esta última analogía la recordé mientras escribía la anterior y por eso la uso. Es de uno de los libros de The Witcher, dicha por Vilgefortz una y otra vez. Entonces, la culpa. Creo no tener mucho en mí el concepto judeocristiano de culpa y castigo divino. Soy creyente, así suene a estudiante de primaria, de que todas las personas deben tratar al otro como le gustaría que los trataran y, a su vez, hacer cualquier cosa que no implique causar daño a los demás. Imperativo categórico. Reflexionando sobre las última líneas, creo que lo que más me causa sentimiento de culpa es la inacción. El haber podido hacer y no haber hecho. El que tal sí, carcome. Las infinitas posibilidades que me planteaba la vida y decidir el camino en el que estoy ahora. Y siento culpa, pese a que soy feliz. Soy feliz en el camino y soy feliz acompañado de quien lo camino. Sin embargo, late bajo el piso la decisión no tomada, la carta no finalizada, el adiós. Resuena como un tambor en la lejanía, y la mayor parte del tiempo no lo escucho, pero ahí está y lo sé, me imagino el retumbar. Siento culpa por no ser más cercano a personas a las que aprecio, siento culpa por haber dejado ir personas a las que aprecio. Y es mi culpa. Evocar tanta culpa, tanto peso que pesa, no es agradable. Mucho de esto estaba guardado en un cajón sin llave, pero olvidado. Ahora vuelve y lo escucho. Afortunadamente mañana hay terapia. 

miércoles, 29 de septiembre de 2021

Mentiras, como mentiras

 

En esta oportunidad voy a hablar cuál es concepto de culpa que tengo yo, eso a sugerencia de mi psicólogo. Adelanto esta parte solamente para no olvidarme y para, obvio, hacerlo. Hoy mismo. Más tarde. 

lunes, 13 de septiembre de 2021

Verdades, como mentiras (quinto día)

He pensado mucho en el origen de esta congoja. De esta tristeza que parece que tiene un millón de años, y más. Una falta de quietud que me tiene inmóvil aunque sí, ya voy a terapia. ¿Qué pasa? Leo a Leila Guerriero en Zona de Obras y descubro un quizá, un tal vez. Habla Leila, grandísima como siempre Leila,  sobre el periodista Mark Kramer y cómo este narra el cáncer que padece, como cuenta sobre una intervención que le realizan. Un periodista que ha sido cientos de veces periodista narrando el cáncer en otros, pero sin jugarse el pellejo. Leo y me siento un poco reflejado. Entre abril y mayo hubo una movilización social en Colombia. Un estallido social. Como periodista, en el pasado, estuve muchas veces en mitad de enfrentamientos y frente a tragedias. Me manché de sangre los zapatos y tuve que ver lagrimas nuevas de hijos descubriéndose huérfanos, de padres ahora sin hijos, de parejas. Narré el horror, con mayor o menor destreza, pero siempre le pasaba al otro y esa era una barrera mental que levantaba y desde la que escribía. Le pasaba a otro y en la noche llegaba a casa a jugar en mi PlayStation, a pensar en el próximo tema, en la próxima tragedia que cubra una página o un poco más. Esta vez, con la movilización social en el Colombia, me sentí en el medio. Con toda la información disponible de mi antiguo trabajo, pero inmerso ahora en otra lógica. En una labor social con una comunidad vulnerable, ahora mucho más. Y por fin, creo, sentí el peso de todos esos años de forzada indiferencia. El peso de toda esa tragedia que no era mía y que ahora tampoco, aunque quizá. La tragedia ajena no es ajena. Así estoy, pese a que la movilización social cesó y las personas siguen vidas similares a las que tenían antes. La vida sigue, conmigo o sin mí.  Conmigo, sin mí. 

domingo, 12 de septiembre de 2021

Mentiras, como verdades (cuarto día)

En la madruga de hoy me desperté con la repetición de una palabra en mi mente. Dos veces la había escuchando antes de ser consciente de estar despierto en la mitad de la madrugada. Matare, matare. Bis. Sin tilde. Me desconcertó el hecho de haber soñado con esas palabras. ¿Venían de algún lugar de mi memoria? ¿Venían de mí? Qué hora es exactamente y porqué hace tanto calor en Cali en la madrugada. Y seguí pensando como lo hago cuando no entiendo algo, así pierda mucho tiempo y siga sin entender mucho o quizá entienda menos que cuando empecé a darle vueltas en la cabeza. Así fue hasta que por fin miré el reloj y eran las 4:20 a. m. y me dije que había sido suficiente y debía dormir. Tres horas después, ya despierto y sin haber tomado café le hablé a mi esposa del sueño. Del sueño que no era sueño y que era solo dos palabras Matare, matare. bis y sin tilde. Matare. Matare. Pronunciado con voz de mujer, un piso más abajo de donde yo estaba. Sacarlos de mi cabeza y ponerlo en palabras que articulaba y llenaban el aire, me dio tranquilidad. Como si contara algo que le pasaba a alguien más y no, no era yo el que pensaba y se lo decía a sí mismo, como un imperativo. Y no, no era yo. Me lo dijo mi esposa. En la madrugada, en un apartamento cercano hubo una pelea de pareja. Solo se escuchaba a la mujer gritar insultos y amenazas de partida. Quizá un matare, matare sin tilde y en bis. No lo sabe bien, mi esposa y quizá tampoco esa mujer. Ninguna lo sabe. Yo tampoco lo sé, pero ahora la certeza es que no salió de mi mente. Me tranquiliza. Es domingo, hace sol. En Cali siempre así llueva, así sea de noche. Su amenaza siempre está ahí. Es la única constante en este mundo postpandémico que no se acaba de derrumbar. Mañana será lunes, seguro será lunes. 

PD: Los gritos de madrugada ya han ocurrido un par de veces más. Con lo que escribo hoy no trato de banalizarlo o quitarle gravedad. El vigilante de la cuadra donde vivo ha estado particularmente pendiente de la situación. Al parecer, no ha habido violencia física pero no dejar de ser preocupante lo que ocurre. Solo he escuchado hablar fuerte a una mujer. No he tenido la oportunidad de conocer a la pareja en cuestión, pero estaré atento. Estaré atento. 

sábado, 11 de septiembre de 2021

Puños, como verdades (tercer día)

Como estoy inmerso, o quizá no tanto, en este llamado proceso terapéutico que es escribir para mí en esta especie de diario virtual que es personal, y a la vez no tanto, enciendo el computador cada vez que se me ocurre algo que es meritorio contar. Y cuento un recuerdo. Una memoria que vino a mí hoy, de cuando estudiaba en el colegio y creía que tener 26 eran tener muchos años y que tener 36 era una cosa inconcebible y fuera de este mundo. Escribo desde una edad que duplica a la que tenía en el momento en el que vivía este recuerdo.  ahora, luego de esta introducción gigantesca que acabo de hacer, siento que debo honrar al lector con una revelación que los haga reflexionar sobre sus vidas, sobre su devenir. Quizá no tanto. No es así. Como lo dije, la terapia es escribir para mí. 

En este tercer día entonces, traigo el recuerdo de un salón de clases una mañana antes del cambio de milenio. Un salón vacío, con las filas de pupitres desalineadas pero nuevos. Lienzos que se llenaron pronto de todo lo que sale de la mente de un quinceañero. Recuerdo el marco de las ventanas de color gris, la puerta que no era más que barrotes del mismo color. y yo, en un descanso/recreo comiendo en el salón vacío. Yo tomando una gaseosa Pepsi y yo, con deliberada maldad, arrojando ese vaso medio lleno por la ventana con la esperanza de atinar a alguien. Lo logré. 

Los siguientes segundos fueron de confusión. ¿Debería sentirme orgulloso por lo hecho? Evidentemente no, pero la persona que yo era hace tantos años no pensaba en esas cosas. Vivía, creo, en ese perpetuo presente de muchos adolescentes sin saber que iba a hacer mañana o al día siguiente. Entonces lo escuché antes de verlo. En frente mío, el uniforme blanco del colegio con una mancha oscura de la Coca Cola que no es. Y el miedo, lo recuerdo, el miedo más atroz ante unos ojos preparados para acabar con este mundo. Creo que es el primer recuerdo de esa sensación que tengo. Terror de enfrentar las consecuencias de mis actos. Lo que sigue es una acción de extrema piedad. El contrariado otro de pronto ve en mis ojos reflejado todo el odio que siente o le recuerdo a un amigo de la infancia o tiene una lucida epifanía sobre la acción que va a cometer y que lo va a llevar a la cárcel, quizá no tanto. El hecho es que en lugar de golpearme, como lo merezco, golpea al pupitre que está al lado mío. Luego sale y no lo vuelvo a ver. Me siento y no pienso más. es decir, sí pienso en eso pero solo pienso en eso. No hay nada más para mí ese día. La clase empieza y termina. Yo viajo en el bus recordando esos ojos y para mí eran la muerte. La muerte a la que nunca antes había mirado a los ojos recordándome que las acciones tienen reacciones. Las leyes de la termodinámica. Ese recuerdo vuelve a mí hoy, cuando miro al mundo con miedo o quizá no tanto. Cuando siento temor o quizá no mucho. Cuando pienso que mis acciones tienen más que consecuencias. 

PD: Como imagen un fotograma de El viaje de Chihiro o Spirited Away que este año cumplió 20. Larga vida a Miyazaki y a todo Ghibli. 

jueves, 9 de septiembre de 2021

Jaqueca, como un estadio (segundo día)

Hay días así, donde no se encuentra el norte o si se encuentra está muy lejos. En el lugar contrario hacia adonde apunta la brújula. Hoy señala hacia otra parte. A veces pasa, más detalles adelante. Esa muletilla, tantas veces usada y aprendida hace tanto tiempo. No sé si lo dije, pero el regreso a estas páginas virtuales obedecen a terapia psicológica o, mejor dicho, a una sugerencia hecha por el psicólogo durante la terapia. ¿Por qué voy a terapia? La respuesta fácil es por salud mental, la compleja es por salud mental. No estoy bien y es bueno decirlo, saberlo y hacer algo por eso. No estoy bien y no lo he estado desde hace mucho. Lo diferente, lo que cambió, fue que por fin pude reconocerlo. Tengo tanto que hacer, tanto, que me miro las manos y las siento lejanas, fuera de este mundo. La cabeza me palpita, pero no es de todos los días. Es una jaqueca nueva, de hoy. La cita a terapia se cancela o se reprograma. ¿Se cancela o se reprograma?