Como ahora he decidido volver a escribir, gracias a la experiencia primero positiva (y después no tanto) con Sally Rooney, voy a seguir escribiendo. De las cosas que me gustan, de las cosas que se me ocurren. De las cosas que quiero contar y no sé a quién, aunque se las puedo contar siempre a mi esposa que me escucha así a veces no me entienda del todo porque todos somos raros y quizá nos falta contexto. Así entonces, así las cosas, escribo sobre el libro que leí luego de leer Dónde estás, mundo bello. Agrego enlace a la reseña/crítica que subí a Goodreads y agrego enlace a mi perfil también, por lo que ahora, luego de revisarlo, me doy cuenta que el libro que leí después del de Rooney fue Con el corazón en la mano de Aterciopelados. Como hace tanto tiempo que no escribo acá, no me acuerdo cómo hacer notas al pie, que es el lugar que merece ese documento... en fin. Tantas líneas y aún no he entrado en el tema que me convoca hoy. Para que exista una clara diferencia entre lo que vengo diciendo y lo que voy a decir, acudo al punto aparte.
Vista desde una acera de Fernando Molano Vargas fue una de mis lecturas de junio. Diría que la mejor, aunque compartió mes con Maniac de Benjamín Labatut. Me gustó leer a Molano Vargas en junio porque es el mes del orgullo y quien más orgulloso de ser, de vivir y de sentir que quien fuera Molano Vargas. Una novela hermosa sobre el amor de dos hombres, sobre la vida de dos hombres, sobre cómo crecen, cómo se encuentran, cómo conocen lo que será su fin. Novela que arranca casi por el final, por la noticia triste del VIH y que sigue con infancias en Armenia y Bogotá. Con romances de padre y madre, con hermanos y hermanas. En su reseña, a la que le di cinco estrellas, dije esto:Que libro tan bello. Que libro tan triste. Que libro tan esperanzador. Que amor más grande. Ojalá todo el mundo conociera a Molano, ojalá todo el mundo leyera a Fernando.
Como me pasó con Rooney, con Molano también terminé con ganas de decir algo. Luego de citarme a mí mismo sin pudor y con descaro, como un adolescente, le pido a cualquiera que lea esto que luego lea a Molano (si no lo conoce) o que lo relea (si lo conoce ya). Que tratemos de amar cada día a quienes podamos, para que ayudemos a llenar el vacío que dejó el amor inmenso entre Adrián y Fernando.