martes, 31 de agosto de 2010

Waiting list

Al fin tengo tiempo. Había querido escribir mucho antes, las pausas entre post se están haciendo cada vez más grandes, pero no tenía tiempo ni idea alguna sobre la cual escribir. Tal vez la excusa del tiempo era en realidad tan sólo un pretexto para no escribir, aquí. Aunque igual no tenía tiempo, todo había sido hábilmente malgastado en ir al trabajo, cocinar y lavarme el pelo. Para tratar de hacer esto un poco más largo, la falta de inspiración y de cafeína me obliga, lo dividiré por días.

Viernes: Trabajo. Deportes. Como siempre que escribo la página de deportes trato de sacar al menos una nota, con foto, del América. La nota es grande y tiene una foto grande. Una satisfacción. Durante el día tengo ganas de tomar cerveza pero se desvanecen con el tiempo, otra vez. Hay pizza en la oficina y luego, un viaje largo en bus.

Sábado: Me despierto temprano porque juega el Tottenham. Hay expectativas, muchas, pero el equipo juega a nada y pierde contra el Wigan con gol, horror, de Hugo Rodallega. En la tarde cocino, pero esto merece una explicación más elaborada. Siempre he sido un entusiasta de la cocina, aunque el arte de hacer arroz aún es un misterio para mí, y honrando ese interés decidí volver a tomar cuchillos y peroles. La receta de este sábado fue tagliatelle en salsa blanca y, con toda la humildad que mis veinticinco años en este cochino mundo me permiten, tengo que decir que me quedaron increíbles.

Domingo: Me levanto tarde. Juega la Juventus y pierde. Hace calor y tengo que trabajar. Es uno de esos días donde todo parece ir al revés. Llego tarde al trabajo y mi mal humor es proporcional a mi productividad, esta vez hago todo rápido. Aquí una reflexión, ¿Si estoy de mal humor soy más productivo? ¿Debería mantener de mal humor para, así, ser enormemente productivo? Ante todas esas preguntas me digo, pero si estoy de mal humor y eso, maravilla, aumenta mi productividad haciendo todo eso que siempre he querido hacer y mi tendencia a la procrastinación me lo impide seré feliz lo que, por consiguiente, hará bajar de nuevo mi productividad. Y así, por siempre, siempre, siempre.

Lunes: Me levanto muy tarde y aún tengo sueño. Me duele la espalda. Hace calor. Me lavo el pelo y, tengo que decirlo, sentir el contacto del agua fría sobre cabeza, cuero cabelludo, es tan grato como un orgasmo. Me lavaría el pelo todos los días pero con la frecuencia se perdería la sensación, además después de lavado viene el tortuoso proceso de secado y la posterior “enredada” con la muy dolorosa aguja macusa del número cinco, por que la once que siempre usé se quebró hace poco.

Martes: Me levanto temprano. No hace calor, de hecho está apunto de llover y es de esas cosas que hacen a Cali impredecible y, si, traicionera. Hoy he decidido que me voy a peinar, el clima es propicio, me ataré una venda en la mano para evitar pinchazos, me veré una película mientras tanto, me acostaré a dormir temprano. No haré nada más.

Mañana cumple años mi papá. ¡Feliz cumpleaños pa!

lunes, 23 de agosto de 2010

Fly a kite

Y bueno, tantas cosas. Semana ocupada, sin tiempo para nada, ni siquiera para instaurar rutinas o extraviarse. Tantas cosas, dije. Un viaje al sur de la ciudad un sábado en la tarde. Cali calienta a cualquier hora del día, el viento sopla poco aunque la voluntad, se le puede llamar alegría, está en dos cometas rojas y con el escudo del América de Cali. Las cosas no salen como se planearon y lo que era un picnic terminó siendo una buena comida en un quinto piso, aunque después se caminó hasta el potrero y todo fue verde campo hacia adelante. Dos cometas para seis personas, la felicidad en turnos de a dos. La sencilla alegría de un trozo de tela asida a la realidad, a vos, por un delgado cordel. Lo mismo da entonces una cometa o dos en el aire, el viento que ha dejado de soplar, un nudo gigantesco en el cordel, los mosquitos que atacan por cientos, el calor que hace en la tarde, la noche que llega de repente y casi sin transiciones. La felicidad, otra vez esa palabra, de revivir en una tarde de agosto de 2010 todas las otras tardes de agosto, cuando el cielo se llenaba de cometas.

miércoles, 18 de agosto de 2010

Once y once

Y he llegado a una cierta forma de constancia. Antes publicaba aquí los domingos y las cosas ahora se trasladan, parece, a los miércoles. Este es el cuarto, consecutivo. No es que sea dado a las estadísticas, aunque a veces marcan tendencia y camino, pero me he dado cuenta que casi todos los post que he subido a este blog tienen como hora las 23:11, once y once pe eme. Casualidad diría, pero nada es fortuito e incluso esto está siendo forzado para que, maravilla, sea publicado justo a tiempo. Podría desfasarme por minutos o, exigiéndome por cumplir el horario, postee cualquier cosa. Hay riesgo de todo, ni siquiera he elegido una imagen cuando eso es lo primero que hago. Ni siquiera pensaba escribir hoy, o lo pensaba pero las ganas eran pocas, pero leí algo que me mandó MA, las nuevas iniciales de MAC, y fue tan bonito y sincero que dieron ganas de abrir Word, justificar el texto escrito en Georgia de 12 puntos, hacer una lista, esperar a las once y once. Seguir escribiendo.

miércoles, 11 de agosto de 2010

Baila marimba

La marimba nace en los árboles y suena a agua, a mar. Se toma la madera de la palma de chonta, que se ha cortado durante la luna en cuarto menguante, y se entierra en el barro por cuarenta días, luego se saca y por otros cuarenta días se tuesta sobre un fuego lento. Se amarran después las tablas, a la espera de encontrase con su sonido, a un armazón de madera y guadua. El piano de la selva.

Los viejos saben, todavía lo saben, que para afinar a la marimba hay que ir a la playa en la madrugada y escuchar el sonido que hace el mar al morir en la arena. Saben que deben entrar a la selva con su marimba y escuchar el sonido que hacen las hojas al caer, lo que les da el tono exacto, el sonido preciso. Algunos también usan rezos y oraciones, le rezan al espíritu de la chonta y al Dios cristiano para que les ayuden a dar con un sonido que es el de todo un pueblo, el corazón negro del Pacífico.

Hoy arranca en Cali el XIV festival del Pacífico “Petronio Álvarez”, concurso dedicado a grupos de los litorales de los departamentos del Valle del Cauca, Cauca y Nariño. Grupos que viajan, a veces, por días con sus instrumentos montados en piraguas, remontando ríos y sorteando manglares, para llegar hasta Cali e inundarla por cinco días con el sonido de los cununos, los bombos, las guasás y, claro, la reina marimba. Desde hoy hasta el domingo Cali, capital del Valle, capital del Pacífico colombiano, capital negra de Colombia, será inundada por las aguas de ese océano que está tan cerca y el aire olerá a mar, la noche sabrá a viche, a arrechón y a tomaseca. Todo será amanecer de fogata junto al mar, una crecida del río Patía, voz negra que dice, arrulla Gualajo, “La luna está floreciendo, un lucero la acompaña, la luna está floreciendo, un lucero la acompaña. Un lucero la acompaña, lugar no la está opacando, un lucero la acompaña, lugar no la está opacando. Anoche me fui a pescar con mi varita y mi anzuelo, anoche me fui a pescar con mi varita y mi anzuelo. Y ahí debajo de la luna, todo lo que se oía guasá, cununo y marimba, y ahí debajo de la luna, todo lo que se oía guasá, cununo y marimba.”


PD: La imagen que acompaña este post y el cabezote que se ve, huele y sabe a Pacífico, son contribuciones de SO, diseñador del putas y puta máquina, gran amigo, afrodescendiente de corazón.


Link del Festival

miércoles, 4 de agosto de 2010

Trigésimo primer día

El último día, treinta y uno. Mes largo, como el julio que pasó como el agosto que llega. Escribe esto, de nuevo, en tercera persona porque una vez terminado este diario de un mes El Caleño se archiva por un año, hasta la próxima, hasta luego y buena suerte. Y se termina todo esto con una queja, con un dolor en la espalda, con ganas de comer, con el vacío que lo acompaña y no lo deja. Se termina esto como aún no se termina el libro de Henry James, El Caleño va por la página 679 y sólo le hacen falta veinte páginas que, se promete, terminará mientras viaja hacia el trabajo, mañana en la mañana. Termina esto y es raro, porque para El Caleño las despedidas son difíciles y al final nada se acaba, como la manilla de Mockus que lleva aunque las elecciones en su país pasaron hace un par de meses, ya vendrán otras en cuatro años; como la caja con un par de fósforos que lleva en el maletín y que no quiere acabar, porque entonces… para él siempre es cerrar la puerta con doble llave pero, por si las moscas, por la nostalgia, por eso del mantra y el volver que son, a falta de más lunares, cicatrices, dejar entonces la ventana entreabierta, esperar la brisa suave que deje pasar la luz y asomarse de vez en cuando.

Y se sigue despidiendo, El Caleño, como si estuviera frente a un publico y le hiciera falta la luz de los reflectores, los murmullos y las toses secas, como una noche de bar con MAC y siempre hay tiempo para una cerveza, para otra cerveza. El café y los cigarrillos de un jueves con MC, tinto de Juan Valdez y Lucky Strike por favor; un banco de madera junto a L y su sonrisa de niña malvada; un helado que se derrite mientras C lo mira con esos ojos que lo ven todo; hablar con N hasta las 3:02 a. m. para despertar y seguir igual. Entonces, como es malo para los puntos finales y prefiere comas y guiones, saltos de páginas, como prefiere el “continuará” de las películas antes que el más feliz de los finales felices, como tiene sueño y es tan tarde y mañana tiene que salir a trabajar y leer en el MIO a Henry James mientras recorre Cali de sur a norte, como mañana es jueves y hace unos días se vio Breakfast at Tiffany’s, como agosto es el mes de las cometas y su gata se llama Ursula…