miércoles, 30 de diciembre de 2009

Lo mejor del 2009

Siguiendo con esta tradición, autoimpuesta como muchas otras, y dejando escurrir los “greatest hits” versión 2009, escribo y me doy cuenta que si bien este año trajo cosas buenas, flaquea en la competencia con las listas elaboradas años antes, aunque esta vez sólo he incluido lo que más me ha gustado “emocionalmente” dejando por fuera trabajos y obligaciones. Hoy, justo el día de mi cumpleaños y cuando falta sólo un día para que el año termine, las cosas no son muy claras para mí pero hago un intento grande para hablar claro y fuerte. En fin, aquí están, estos son…


1. Continuar con este blog y convertirlo en esa válvula de escape, de desahogo, que todos necesitamos.


2. Haber escrito un diario de un mes aquí en el blog. A pesar del recelo inicial, haber sido capaz de verterme todo aquí, con fechas y sin miedo.


3. C y todo lo que me ha enseñado, C y todo lo que la admiro, C y todo lo que la quiero, C y todo lo increíble que es, C y todo lo que he podido aprender de ella.


4. Conocer a un par de personas a las que hoy aprecio mucho; acercarme más a unas cuantas que ya conocía y darme cuenta de lo increíbles que son. JL, BB, IP, CJ, SO.


5. Tener a Ursula.


6. Seguir leyendo, (como cada año, como cada mayo), Rayuela de Cortázar.


7. Decidirme por fin en hacer la maestría fuera del país. Sólo faltan seis meses.


8. Mantener las dreads.


9. Los cafés de los jueves, aunque no los últimos jueves, con MC.


10. Los sábados en Pance, aunque ya no los sábados.


11. Escribir algunas cosas de las cuales aún me siento orgulloso.


12. Dedicarme este año a casi exclusivamente a releer.


13. Doctor House.


14. Seguir aprendiendo, nunca dejar de aprender.


Menciones especiales


Película del año: Varias, entre ellas The Curious Cases of Benjamin Button, Up, Revolutionary Road, Where The Wild Things Are y Waltz with Bashir.


Canción del año: Río Seco de Juana Molina.


Libro del año: Madame Bovary de Gustave Flaubert.


La imagen: La foto que acompaña este post la tomó Ángela Sánchez, amiga de un amigo. Una fotografía perfecta en su simpleza de insecto a punto de emprender el vuelo, una imagen que cualquiera soñaría en encontrar.


Ahora, que miro arriba veo que convenientemente faltan cosas quizá más importantes pero en fin, la memoria es selectiva, sólo elige lo que le es grato. En todo caso, feliz año a los que lean esto y un feliz cumpleaños a mí mismo, disculpándome por no haberme comprado nada pero prometiéndome que en los primeros días del nuevo año saldaré con creces esa deuda, por tercera vez. Como siempre.


martes, 29 de diciembre de 2009

(Escrito en un jardín)

Por Marguerite Yourcenar


(Con el ánimo de cumplir el autoimpuesto propósito de alcanzar los 100 post este año, subo aquí un texto corto e increíble en su simpleza, robado y trascrito de la Malpensante número 99. Disfruten)


El color es la expresión de una virtud escondida.


Ciertos pájaros son llamas.


Un jardinero me hace notar que es en otoño cuando se percibe el verdadero color de los árboles. En primavera, la abundancia de clorofila los cubre a todos con una librea verde. Al llegar septiembre, se revelan revestidos de sus colores específicos: el olmo, rubio y dorado; el arce, amarillo-naranja-rojo; el roble, color de bronce y hierro.


Nada me ha ayudado tanto a comprender los fenómenos naturales como los dos signos herméticos que significan el aire y el agua, luego modificados por una barrera que de alguna manera aminora su impulso, simbolizando el fuego, menos libre, ligado a la materia leñosa o al aceite fósil, y a la tierra de densas y suaves partículas. El árbol, en su jeroglífico, los incluye a todos cuatro. Aferrado al suelo, abrevado por el aire y el agua, sin embargo sube como una llama al cielo; es llama verde antes de acabar un día y llama roja en la chimenea, en los incendios del bosque y en las piras. Pertenece, por su empuje vertical, al mundo de las formas que se elevan; como el agua que lo nutre; al de las formas que, abandonadas a sí mismas, vuelven a caer al suelo.


Nada más bello que esa estatua suplicante de Rodin, donde el hombre que ruega tiende los brazos y se estira como un árbol. Seguramente el árbol suplica la luz divina.


Las raíces hundidas en la tierra, las ramas protectoras de los juegos de las ardillas, del nido y de los cantos de los pájaros, la sombra concedida a los animales y a los hombres, la cabeza en pleno cielo. ¿Conoces tú un método más sabio y más beneficioso de existir?


Y luego, el indignado sobresalto ante la presencia del leñador y el horror, mil veces más grande, frente ala sierra mecánica. Abatir y matar a quien no puede huir.


Signo hermético del aire, triangulo vacío que apunta hacia lo alto. En los días de calma la pirámide verde se sostiene en el aire en perfecto equilibrio. En os días de viento las ramas agitadas remedan el comienzo de un vuelo.


Signo hermético de la tierra, triángulo que apunta hacia abajo, pero que una línea detiene en su caída. El terrón, estable mientras no intervengan ni la gravitación ni el pisotón de un caminante.

El agua, que de ella misma se libera y desciende. Por eso le conviene el calificativo franciscano: humilde.


Belleza de las instantáneas que fijan la imagen del agua brotando, estallando fuera de sí misma, rebotando hacia arriba, como el surtidor de espumas de una ola al verde de un peñasco. La ola muerta engendra ese gran fantasma blanco que en instantes dejará de existir. En lo que dura un clic, el agua pesada sube como una humareda, como un vapor, como un alma.


Por una razón inversa, belleza exquisita y artificial del surtidor de agua. La hidráulica obliga al agua a comportarse como una llama, a renovar sin cesar, en el interior de su columna líquida, su ascensión hacia el cielo. El agua acosada se eleva hasta la punta del obelisco fluido, antes de reencontrar su libertad, que es el descenso.


Toda agua aspira a convertirse en vapor, y todo vapor a reconvertirse en agua.


Hielo. Chispeante detención. Condensación pura. Agua estable.


Entre los más acogedores paisajes incluyo ciertos fiordos de Alaska y Noruega en primavera, donde el agua aparece a la vez bajo sus tres formas y diferentes aspectos. Agua del fiordo, tiritante pero quieta; agua rutilante de las cascadas sobre la pared vertical de las rocas; vapor que se levanta de su caída; agua en forma de nubes hace camino al cielo; hielo y nieve de las cumbres cercanas, pero hasta donde la primavera aún no ha subido.


Rocas compuestas, hechas de lavas volcánicas y de sedimentos arrastrados por el agua, amalgama vieja de millares de siglos. Y su forma exterior, perpetuamente trabajada, esculpida por el aire y el agua.


Tu cuerpo, en tres cuartas partes compuesto de agua, más un poco de minerales terrestres, apenas un puñado. Y esta gran llama en ti, cuya naturaleza desconoce. Y en tus pulmones, al interior de la caja torácica tomas y retomas el aire, ese bello extranjero sin el cual no puedes vivir.


lunes, 28 de diciembre de 2009

de Madame Bovary

Madame Bovary, Gustave Flaubert. Segunda parte, capitulo IV, página 177

León se torturaba tratando de hallar un modo de declararse; y, vacilando siempre entre el temor de desagradarle y la vergüenza de ser tan pusilánime, lloraba de desaliento y de deseo. Luego tomaba decisiones tajantes; escribía cartas que después rompía, se daba a sí mismo plazos y después los iba aplazando. A menudo se dirigía a su casa con la idea preconcebida de atreverse a todo, pero su resolución lo abandonaba inmediatamente en presencia de Emma, y cuando Charles, apareciendo de improvisto, le invitaba a subir a su carricoche para visitar juntos a algún enfermo en los alrededores, no dudaba en aceptar, saludaba a la señora y se iba. ¿No era al fin y al cabo su marido algo de ella?

Emma, por su parte, en ningún momento se preguntó si lo amaba. Creía ella que el amor tenía que llegar de súbito, entre grandes destellos y fulgores, como huracán de los cielos que se desencadena sobre la vida, la trasnocha, arranca las voluntades como si fueran hojas y arrastra hacia el abismo al corazón entero. Ignoraba que, en las azoteas de las casas, la lluvia acababa por formar lagos cuyos canalones se obstruyen, y así hubiera permanecido segura de su virtud, de no haber descubierto súbitamente una grieta en la pared.


domingo, 27 de diciembre de 2009

Día de lluvia

Hay que cosas que no puedo decir. Censuras autoimpuestas, promesas que mantener. Se lo había prometido hace tiempo y aunque a ella no le importaba mucho verse expuesta aquí, le había asegurado que, a pesar de mi exhibicionismo, las cosas que tenía por decirle, todo eso que ella me hace sentir, se lo iba decir directamente a ella. Y así es, así fue, así será. Ayer en la mañana, mientras caminaba bajo una lluvia que es como ella, a veces triste y otras irremediablemente alegre, me voy dando cuenta lentamente que la felicidad siempre, siempre, tendrá rostro de mujer. De nuevo, ya lo había dicho en post anterior, pero esta vez sintiéndolo más, the rain cleans everything.

No se necesitan más palabras para decir esto.

sábado, 26 de diciembre de 2009

316

Otra máscara. La última. La más difícil de arrancar porque la sentimos como un verdadero rostro. La máscara que hemos olvidado que llevamos puesta, la que tiene tan hundidas las cuencas de los ojos que parecen hoyos oscuros, la que en lugar de boca lleva una cicatriz supurante. Una máscara, la de todos los días, la que cargamos cuando creemos que ya no hay nada sobre nuestros rostros. La única máscara de la que no somos concientes y que hace ricos y necesarios a los psicoanalistas. La más peligrosa también, esta máscara, porque hasta que encontremos sus bordes, la delgada frontera que la separa del rostro, y la arranquemos no podremos saber si todo lo que hasta ese momento somos, si todas las decisiones que tomamos, las oportunidades que dejamos pasar, los besos que no dimos, los afectos que obviamos, los errores que cometimos, las victorias que sufrimos, si absolutamente todo lo que no hace ser lo que creemos ser no yace allí, en el piso. Una máscara hecha pedazos, la materialización del ego, el rostro que conocemos.



miércoles, 23 de diciembre de 2009

Junkbird

Escribo y estoy enfermo y del techo, del cielo raso, empiezan a caer astillas de madera. Se me enredan en el pelo, me golpean en la cabeza pero soy obstinado, casi estoico, no me muevo. Mi cuarto se empieza a llenar de polvo, cae del techo, de las tablas que se han desprendido y ahora todo es mugre que se apila sobre los libros, sobre Amanda y su lazo rosa, sobre unas gafas negras que ya no sirven, sobre cuatro pequeños lápices de colores, sobre un reloj verde, azul y naranja. Charlie Parker toca desde tan lejos una noche en Túnez, o un día cualquiera de abril en París, y sobre él también hay polvo, nada se salva de ese manto oscuro que se desprende del techo.

Las remodelaciones en mi casa han tomado un tiempo y los golpeteos se han vuelto habituales, los mazos derribando muros, destruyendo pisos. Escombros saltando hacia el cielo, cayendo en mi escritorio, sobre el teclado. Hoy terminaron los arreglos en el cuarto de mi hermano menor y mañana continuarán con mi cuarto, aunque ya han adelantado trabajo. Tantos golpes, tanto caminar en el techo ha provocado el desprendimiento de parte del cielo raso hecho en madera, así que sólo tendrán que demoler el resto de las cosas con sus mazos y martillos, destruir una cama donde nadie duerma ahora, ensuciar unos libros que nadie lee ya, rayar dvds que no se verán más. Pero será más tarde, tal vez en la mañana, ahora en cambio de la madera cae polvo y cubre la pantalla del pc, el teclado, interrumpe conexiones eléctricas y ya no suena más Charlie Parker, ahora el sonido va y vuelve, como si cambiaran rápidamente de emisoras, y lo mismo pasa con las palabras, se confunden. Cada vez es más difícil escribir lo que se busca, lo que se necesita. Los dedos pesan, confunden las teclas cubiertas todas por el polvo caído del techo, el monitor falla y el polvo devora todo, mis gafas se empañan y debo cerrar los ojos, el polvo me cubre hasta que me cuesta respirar. Intento llamar a alguien pero sólo consigo garabatear palabras sin sentido, pasa el tiempo, una tos ronca persiste.

En la noche pediré agua, quizá alguien me escuche.

domingo, 20 de diciembre de 2009

Show me

Estoy enfermo. Tengo gripa y me duele la cabeza. Ayer dormí casi todo el día y cuando intenté pararme empezó la tortura. La cabeza se me estalla. Cuando se tiene migraña hay pocas cosas para hacer: no se puede escribir, no se puede leer, no se puede salir a la calle, no se puede fumar, la lista continúa y no es nada agradable.

Están remodelando mi casa y todo es nubes de polvo, huecos en las paredes, golpes de martillo que retumban en mi cabeza. Sin lugar para el silencio. Esta semana será agitada porque tengo muchas cosas que escribir y entregar, plazos que debo cumplir. Debo hacer también las “compras de navidad”, comprar varios regalos y un collar para Ursula. Respecto al blog… seguiré escribiendo un texto soso y flojo, que no valdrá la pena leer, una vez por semana por mucho tiempo, aunque está en construcción un texto pesado que osaré en compartir con ustedes el brillante día en el que me deje de doler la cabeza. Esperemos que todo esto lo haga antes del fin de año, aunque falta tan poco. Faltan diez días para mi cumpleaños y once para las ominosas campanadas finales, no sé si falte poco o mucho para volverla a ver.

domingo, 13 de diciembre de 2009

Una partida

Ayer, después de intentar ver una película con N pero obviándola, a la película no a N, comprendí repentinamente que dentro de poco no la iba a volver a ver, a ella no a la película. Ya lo sabía, sabía que ella se iba a ir. Ya me lo había dicho y yo lo había tomado con esa naturalidad pasmosa con la que tomo, y no comprendo, todo lo malo que pasa en mi vida. Y ayer entendí, lo entendí al fin, que es muy probable que no la vuelva a ver nunca más en mi vida. En la noche, mientras ella se acostaba a dormir y yo la veía de cerca, le pregunté muchas cosas, haciendo ese ejercicio, que por momentos tan estupido y vano nos parece, de recordar. Ninguno de los dos recuerda el momento en el que nos conocimos, ninguno recuerda porqué nos dejamos de ver tanto tiempo cuando éramos adolescentes pero si está tan clara, como ayer, la tarde de noviembre de 2004 cuando casi sin darnos cuenta nos besamos por primera vez. Pasó mucho tiempo desde entonces, muchos errores cometí en el camino, hasta 2007 cuando decidimos terminar todo, para siempre, y así empezar a construir eso que ahora somos, esa compinchería, ese mirarnos y saber todo. Desde ahora sé que me va a hacer falta todo eso, saber que no la voy a tener cerca para mirarla y escuchar como me dice, como me repite una vez más, que no pierda el tiempo con tantas estupideces, que si de verdad quiero a alguien no tiene que importar nada. Como me va a decir que le cuente cualquier cosa, que le hable de esa otra niña que tanto quiero, porque ella va a estar siempre allí para mí. Desde ahora la voy a extrañar, pero trataré de aprovechar este tiempo corto que queda con sus insistentes intentos por hacerme bailar salsa; o escucharla todas las veces que canta, o pretende cantar, La vie en rose de Edith Piaf; o las maratones nocturnas de películas en su casa; o como puedo llorar tan fácilmente junto a ella como cuando escribo esto o como de verdad bailábamos mientras Billie Holiday cantaba en nuestras cabezas. O como imaginé que ella siempre iba a estar allí, que podría hablarle sin problemas de la niña que me gusta, que ella iba seguir siendo esa añoranza, esas ganas de volver a casa, y que podría verme envejecer como yo la iba a ver a ella. Sé que digo todo esto y suena como si algo grave le hubiese pasado o estuviera muerta, pero me es difícil no sentir que desde ahora hace falta algo. Ahora que ella se va, y yo también me iré del país en unos meses, se acaba también esa falsa ilusión de invulnerabilidad, ese creer que si la tenía cerca todo iba a estar bien, desde hoy, desde ayer, este falso acorazado comenzó su viaje hacia el fondo del mar.

martes, 8 de diciembre de 2009

Trigésimo segundo día

Todo es empezar decían. Todo es regresar digo, sobretodo con este seudónimo que tan acertadamente me define. Regresar, volver, repetirme. Extrañar. Seguir queriendo. Hace unos meses terminé con esto de contar los días, de numerarlos y explicarlos, pero como ya lo dije en mí todo es un regresar, todo es como esa autopista 61 que el buen Bob solía visitar. En la tarde, mientras el ensordecedor sonido de una cocina viniéndose abajo era paisaje en su casa, El Caleño, tendido en el piso frío y polvoroso sumido en la tercera persona de este relato, (ya ha derrotado el Madrid al Marsella, ya ha sido humillada su Juventus ante el Bayern), escucha ahora música mientras lee con gusto y dedicación Madame Bovary (cortesía de CA). La luz entra suave por la ventana y en el aire levitan motas de polvo, son poco más de las cinco y hasta hace unos minutos llovía. Ahora es luz y un muy buen libro, es Juana Molina en sus oídos, cigarrillos a su alcance junto a un zippo cargado, café enfriándose en la nevera y una pequeña gata de cinco meses y medio mordisqueándole los brazos, a veces el pelo. Un día perfecto, un instante perfecto, sentir que vale la pena después de todo. En la noche, ya con más calma luego de escribir por horas, releer un poco el blog, volver sobre este diario. Es bastante bueno ese ejercicio, ese volver atrás, darse cuenta de los errores, de las estupideces que se dijeron, de los vacíos en el texto, de las escenas suprimidas u omitidas, de las ganas enormes de decir te quiero como no te imaginás, del nudo en la garganta. Relee, El Caleño, y todo se hace confuso. Regresa, como queriendo cambiar algo, un día más se dice El Caleño, un día más no le hará daño.



domingo, 6 de diciembre de 2009

Get old

"Nadie se daba cuenta de que, al ahorrar tiempo, en realidad ahorraba otra cosa. Nadie quería darse cuenta de que su vida se volvía cada vez más pobre, más monótona y más fría. Los que lo sentían con claridad eran los niños, pues para ellos nadie tenía tiempo. Pero el tiempo es vida, y la vida reside en el corazón. Y cuanto más ahorraba de esto la gente, menos tenía.” “Momo” de Michael Ende.

Pocas cosas que decir ante esto. Es triste que a veces olvidemos la obviedad que reside en todo esto, y que nos signifique tan poco. A 24 días de mi vigésimoquinto cumpleaños miro hacia atrás y no voy muy lejos, miro este año y me doy cuenta que tratando de ahorrar todo ese tiempo del que habla Michael Ende, en realidad lo he desperdiciado todo, absolutamente. No sé porque no escuché a C, o no la quise escuchar que es casi lo mismo, cuando me decía que autoimponerse plazos, marcar una fecha en el calendario y esperar que algo suceda, es una estupidez de bíblicas proporciones. Y pasó el tiempo, como no, siempre pasa, y dejé que todo desapareciera en una vacía inmovilidad, en ese mutismo de siempre, sin darme cuenta que no sólo el cuerpo envejece sino que los sentimientos también marchitan. Ahora no hay tiempo y todo es empezar, mirar adelante con ojos nuevos, dejar esa tristeza de lado, esa desolación. A pesar del paso del tiempo que marca la frente, sentir de nuevo con total claridad, como un espejo, antes que todo acabe.